No tendréis mi odio

Es complicadísimo intentar convencer a una persona a la que el mal ha cambiado la vida para siempre de que no odie a los que lo han llevado a cabo. No porque no pueda, que se puede, sino porque no debe. Y no debe, porque su mujer no regresará nunca de esa sala de conciertos de París, eso es un hecho. No entrará por la puerta de nuevo con toda su luz, con su sonrisa de madre relajada y contenta, ansiosa por abrazar a su bebé, acunarlo, darle un beso de buenas noches.

   No habrá más besos de buenas noches. Ahora solo queda el recuerdo. Por eso no puedes empañarlo con un sentimiento tan destructor como es el odio. Porque el amor que pongas en cuidar ese recuerdo será el único legado que tu hijo recibirá de la madre que no lo verá crecer.