El vestido blanco

Vinculado a la pureza, la inocencia o lo virginal, el simbolismo del vestido blanco y de la figura de la novia es tan potente visualmente hablando que ha traspasado las fronteras hacia la obra de arte. de hecho, han sido muchas las artistas de performance las que, en algún momento de su carrera, han puesto el vestido de novia en el punto de mira: Marina Abramovic, Marie-Ange Guilleminot, Jana Sterbak o Niki de Saint Phalle. A todas ellas hace mención Nathalie Léger, la autora de “El vestido blanco”, pero fue sin duda la artista italiana Pippa Bacca a la que recordaremos por llevar el vestido de novia más allá de las fronteras reales y simbólicas.

Así, Nathalie Léger teje en su último libro el tejido de dos historias: la de la artista antes mencionada y la de su propia madre. Pippa Bacca era el nombre artístico de Giuseppina Pasqualino. Vestida de novia, su última obra consistía en llegar desde Milán a Jerusalén haciendo autostop y atravesando los países que habían sufrido recientemente guerras, para llevar la idea de bondad, alegría y fraternidad. Durante su camino repartió figuritas blancas de ganchillo y lavó los pies de las parteras de distintas ciudades que secó en las faldas de su vestido, testigo de su viaje. Pippa nunca llegó a su destino porque fue violada y asesinada en Turquía el 31 de marzo de 2008. Tenía 33 años.

El vestido como pieza testigo guía la investigación de #NathalieLéger que, apoyándose en la literatura, teje en apenas cien páginas una suerte de autobiografía familiar en la que se reivindica también a la madre de la autora. Y es que ésta ha conservado su propio vestido, reliquia de un matrimonio infeliz pero extrañamente venerado, que aguarda justicia por el mal causado por otro hombre que ejerció la violencia para dominarla.

Puede que la reparación simbólica de Léger no traiga la justicia esperada, pero sí dignidad y honestidad.
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