Siendo sincera no es un libro de mi estilo, pero el tercio final mejoró un poco. Los protagonistas son cuatro adolescentes de familias ricas que inexplicablemente llevan unas vidas de personas de 30 años (nada creíbles). Te empiezan pareciendo detestables e insoportables todos ellos, pero vas descubriendo que tras el esplendor de las clases altas hay una sordidez que los está devorando desde dentro. Sirve para pasar el rato, pero prefiero los crímenes de Fjällbacka. |