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Crítica de Egosum


Egosum
16 November 2022
Kiruna es una ciudad del norte de Suecia donde ejerce Rebecka Martinsson como fiscal. Ella antes vivía en Estocolmo y era muy urbanita, ahora se ha hecho a vivir en el pueblo y se puede decir que es feliz. Bueno, todo lo felices que son los protagonistas de las novelas negras nórdicas que, normalmente, tienen más de un “tocao”. Por ejemplo, ella si ha estado en un frenopático. Y con electroshock y todo, para que no nos falte de ná.
Bueno, que me enrollo.
La familia y “amigos” de un alcohólico que vive solo en un isla llevan mucho tiempo sin saber de él. La hermana, maldiciendo en arameo porque ha de responder al “Te ha tocado” familiar, va en su busca pensando que, o bien se ha vuelto a pasar tres pueblos bebiendo, o le ha dado un “chichiripando” y se nos ha ido de este mundo.
Pues si. La segunda opción. Total que mirando mirando por la casa tras descubrir el cadáver se encuentra con otro muerto en el congelador.
Uno, vale. Dos ya son muchos.
Llama a la poli. Van. Identifican al congelado y declaran que es un boxeador que desapareció hace ya más de 50 años (mes arriba, mes abajo). El crimen ya ha prescrito, por lo que no vale la pena empezar con investigaciones policiales, pero como si nos quedamos en eso no hay libro, a la Sra. Larsson se le ocurre pensar en una forma maravillosa de transformar un cadáver que ha fallecido por causas naturales (patólogo dixit) en una víctima asesinada por un método un tanto retorcido (patólogo se ha confundido y coge un “capazo” del cuatro y medio).
Ya hay dos crímenes por investigar.
Y a ello nos ponemos con la lectura de la novela. Fiscales, policía, gente de Kiruna y del entorno. Todo muy rural, muy básico, muy de “aquí no hay cobertura”, pero ya sabemos lo que pasa en esos parajes desangelados. Sobre todo cuando a una multinacional se le pasa por la cabeza pensar que es una pena que, con tanto terreno, no se puedan construir unas cuantas viviendas para sacar dinero fresco, aunque haya que acabar con bosques y secar riachuelos.
Por ahí va la trama: trapicheos urbanísticos, prostitución, drogas, alcohol (mucho mucho mucho, mas que mucho, por todo lados), celos profesionales y personales, rencores de antiguo y rusos. No pueden faltar los rusos malos en una novela negra sueca (bueno, de hecho faltan muchas veces, pero son personajes recurrentes).
Lo mejor: la descripción y la forma de vida de la gente de tan arriba del mapa. Su forma de afrontar los problemas y el amor por la naturaleza.
Lo peor: para mi gusto (el mío, ojo) peca un poquito de descriptiva. Llega un momento que piensas: Vale, ya se como se lavan las alfombras de trapillo en Kiruna, ¿pasamos a otra cosa?
Ahora en serio (es que hoy tengo la venta tontorrona, y eso que no bebo como los suecos): un novela que se puede leer tan ricamente. Mantiene el interés tanto por la parte de la investigación cuanto por la resolución de los problemas personales de muchos de los protagonistas. Que son muchos, los protagonistas y los problemas que acarrea cada uno.
Igual es la falta de horas de sol la que ocasiona los trastornos.
O igual es más común de lo que yo creo en todo el mundo (espero que no).
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