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Confieso que soy una fan absoluta de las sagas Landscape de esta autora alemana. Ella tiene una manera maravillosa de transportarnos a lugares paradisíacos como Jamaica, Australia o Nueva Zelanda, y a épocas pasadas, y hace que sea un deleite disfrutar de la lectura. Con este libro, no me ha pasado lo mismo. No es una novela de tinte histórico. Trata de la historia de Laura, una mujer alemana, casada, con dos hijos que decide dejarlo todo y aceptar un trabajo como guía turística en una empresa de Nueva Zelanda dedicada a atisbar ballenas y delfines, y para colmo de males, por un sueldo paupérrimo. El mensaje central de esta novela es que las personas deben luchar para poder hacer sus sueños realidad. En esta ocasión, la protagonista luchaba por convertirse en bióloga marina. Debo recalcar que al César lo que es del César, ésta novela está muy bien documentada (como siempre lo hace Sarah Lark) en cuanto al tema de la crianza de delfines, las ballenas y otros cetáceos, el funcionamiento de las empresas turísticas en Nueva Zelanda, la lucha de los ecologistas por salvaguardar el medio ambiente y, como nos tiene acostumbradas, la ambientación es maravillosa e impresionante. Mi sensación personal es de una profunda antipatía ante las acciones y actitudes de la protagonista. Sé que a veces arriesgamos muchas cosas y renunciamos a otras por hacer realidad nuestras metas y sueños. Asimismo, debemos saber que nuestras decisiones sean correctas o erradas, llevan una factura consigo. No conseguí empatizar con la protagonista, no sentí creíble el argumento, siento que le faltó esa complejidad argumental que siempre utiliza la autora en sus novelas. Hablo de un argumento lineal, sin giros ni sorpresas. El final: predecible. No obstante, seguiré leyendo a Sarah Lark, este libro es sólo un pequeño guijarro en el camino. |
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