El pescador

¿Imagina por un momento que puedas tener la posibilidad de volver a ver a tus seres queridos?
John Langan nos cuenta en esta novela la historia de Un pescador. O de varios amantes a la pesca, en realidad. En todas sus vertientes. Nos cuenta la historia de un hombre que encuentra en las montañas un aliciente para poder seguir adelante tras el fallecimiento de su esposa. La vuelta de la calma a su vida entre corrientes le impulsa a empatizar con un compañero de trabajo que ha caído en desgracia. Juntos decidirán recorrer las montañas en busca de un peligroso río del que se oyen unas leyendas terroríficas.
Bajo esa premisa nos encontramos a nuestros dos personajes cuya amistad se fortalece entre sedales y anzuelos. Y eso, que puede parecer de lo más trivial, convierte a esta novela en una auténtica delicia en la que los sentimientos entre ellos aflorarán de una manera natural, desbordándose por todos lados la culpa ante unas muertes que no han podido evitar. La manera que tiene de narrar John Langan te introduce en esta historia y te hace formar parte de ella, sobre todo por el modo tan delicioso que tiene de contarte algo tan difícil como es lo cotidiano. Es como si formaras parte de una conversación en la soledad de las montañas, empatizas con los personajes, entiendes su dolor, su sufrimiento, la soledad que se siente al haberlo perdido todo después de haber alcanzado la plenitud.
De ahí que cuando llegan a sus oídos las leyendas que se cuentan del arroyo del Holandés la fortaleza de su amistad comience a deteriorarse.
Esta novela sigue la habitual estructura de una historia de terror en la que un extraño te anticipa los horrores a los que te puedas enfrentar si no haces caso a las advertencias. Lo que lo hace de una manera peculiar, porque en realidad te encuentras con una novela corta dentro de este extenso libro. Toda la parte central de la novela, y hablo de unas doscientas páginas, se dedica a describir los terribles sucesos que acontecieron durante varias décadas en una localidad denominada La estación a la que llega un siniestro personaje vestido de negro.
Ahí es donde comenzaremos a estremecernos porque los terribles anticipos que ya nos venía contando nuestro pescador, comienzan a tomar forma. Y claro, a esas alturas ya estás tan metido dentro de la historia que, cuando te quieres dar cuenta, te verás rodeado por una serie de horrores a los que hacía mucho tiempo no me había enfrentado. Horrores físicos, palpables, que se huelen y se sienten. de esos que cuando aparecen no puedes dejar de sobresaltarte y, con diferencia, lo mejor de esta historia de terror.
Lo malo es que a partir de esos aterradores momentos, llenos de atmósfera húmeda y perturbadora, John Langan decide dar una vuelta de tuerca más y nos mete de lleno en una suerte de fantasía lovecraftiana colosalmente monstruosa que gustará a los amantes de horrores pretéritos pero que a mi consiguió sacarme por completo de la historia.
Por suerte, en el último tercio de la trama, regresamos a nuestros pescadores iniciales y volvemos a recorrer con ellos las colinas en busca de ese famoso arroyo de las leyendas, con el conocimiento acumulado tras la extensa historia de la estación de que, lo que les espera allí, será el peor de sus horrores.
Con toda la complejidad que supone esta novela, con sus dos tipos de narraciones, sus cambios temporales, sus dos maneras de afrontar el horror y su manera tan deliciosa de contar una historia el libro consigue mantener el interés hasta la última de sus páginas y, sobre todo, consigue transmitir esa sensación tan placentera que buscamos en una novela de terror. Hay momentos sublimes donde las imágenes se convierten en pesadillas y eso es de agradecer.
El pescador tiene su premio Bram Stoker y eso suele ser garantía de que, al menos, no perderás el tiempo.