Estamos en el borde

El claro ejemplo de que estamos ligados a la tierra y a sus seres vivos. Que cohabitamos y compartimos, que sus corazones también bombean sangre como lo hacen los nuestros y que cuando llueve, lo hace para todos.

Este libro se compone de 9 relatos donde la naturaleza, y en especial los animales, toman protagonismo o son parte importante de la historia: una pata, un caballo, un gato o una ardilla.

Es un libro para disfrutar, quizá tenga ese componente reivindicativo de que nos estamos cargando el planeta de manera injusta y desproporcionada sin parar a pensar en todo lo que la tierra nos da, pero, sin embargo, son relatos tranquilos, con belleza en sus descripciones que invitan a dejarte llevar por el libro con una sensación bonita. Donde sus protagonistas sacan grandes aprendizajes de esos animalillos. Sus presencias, por muy breves que sean, les dejan huella (y nunca mejor dicho).

Yo he de confesar que a su inicio me sentía un poco perdida y no me ubicaba. Hasta que te das cuenta de que lo que te quieren contar y cómo. Son relatos sin conexión entre ellos pero sí la ecología, el planeta y su cuidado, como columna vertebral. Pequeñas historias. Me quedo indudablemente con Rudi, Merlín y Frufú. Sobre todo Rudi, desde luego que si.

Solo una pequeña pega: creo que en algunas descripciones le sobra el nombrar los tamaños de los cuerpos (“gordo”, “rolliza”) porque ese tamaño no influye nada y porque de los contrarios no dice nada, entonces ¿para qué?. Por lo demás, bien. Me apetecía leer algo más sosegado, tranquilo, después de un par de lecturas cañeras y ha sido el libro perfecto.