La intimidad más profunda se mantiene oculta hasta que el interesado considere oportuno y mientras la persona esté viva. Con la muerte algunos secretos se pierden para siempre y otros muchos salen a la luz. Cuando abrimos cajones cerrados durante años, armarios, diarios, exponemos una realidad que, en muchas ocasiones, nos es totalmente desconocida. Pero en muchos de esos casos nos acerca un poco más a ese padre, esa abuela, ese hermano del que creímos saberlo todo y del que, a fin de cuentas, sabemos bien poco. En esos momentos no hay mucho que hacer. A no ser que el descubrimiento llegue en mitad de la vida, cuando todavía podemos hacer preguntas y escuchar las respuestas. Cuando tenemos tiempo para tratar de comprender por qué nuestra madre quiso morir tantas veces, qué la llevó a esa situación. Si fue a causa de escenas violentas, de herencia genética, de desilusiones permanentes; si, simplemente, ella era así. Aunque las respuestas duelan, aunque no las entendamos del todo, a pesar de que muchas de esas preguntas se queden sin contestación. Recordar es siempre un regalo. La alternativa es el vacío. |