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Todos los que amamos la literatura somos conscientes de esa magia que en ciertas ocasiones surge de las palabras sin que podamos pillar el truco que hay detrás, sin que podamos identificar ese ingrediente que hace que ese texto, nada singular en apariencia, nos altere de una forma especial. Quizás sea justo esa incapacidad la respuesta al enigma —descubrir el truco desvanece la magia— o, simplemente, que esa forma de combinar las palabras encierra un abracadabra capaz de provocárnosla. Sea como sea, es magia, no cabe duda. En Lahiri, la magia es muy similar a la que siempre encuentro en Alice Munro, relaciones humanas complejas contadas de una forma sencilla, directa y sugerente, sin melodramas, solo personas que se relacionan con otras personas, muy frecuentemente de la misma familia, y entre las que surgen conflictos que la autora nos hace sentir muy cercanos. No hay moralinas, ni juicios, Lahiri conmueve sin sentimentalismos, es sutil, contenida y muy hábil en la elección de esos detalles que conforman la atmósfera adecuada. “A Amit lo distrajo una araña gris pálido que ascendió por el costado del mantel y luego hasta el espacio entre el puño de la camisa de Jared y su americana. Se sintió tentado de decir algo, pero Jared no se había dado cuenta, sino que seguía como si nada, la misma tenue sonrisa fija en el rostro, previendo sin duda el día en que la gente se levantaría y brindarían con ocasión de su propia boda.” Los relatos son independientes unos de otros, excepto los tres últimos que conforman algo así como una nouvelle, pero todos podrían ser capítulos de una misma novela. Todos ellos reflejan un choque cultural e intergeneracional en personas de ascendencia bengalí, aunque esto es solo el contexto, la tierra desacostumbrada en la que se desarrollan conflictos vitales que van más allá del desarraigo o de la búsqueda de una identidad perdida que, no obstante, también afecta a algunos de los personajes. En el centro de estos cuentos se encuentran los complejos lazos que se establecen entre los miembros de una misma familia o en la pareja, una temática universal que no sabe de barreras étnicas. Familia y pareja aparecen como cárcel o como refugio y frecuentemente ambas cosas a un tiempo. Aunque no hay acción —prácticamente todo pasa en la cabeza de los personajes—, sí hay una sensación de peligro inminente, de que algo saltará por los aires, de que alguien estallará por fin. Sentimientos que escapan a nuestro control y que son muchas veces rechazados se imponen en las relaciones que mantenemos con personas a las que realmente nunca llegamos a conocer y a los que nunca nos atrevemos a mostrarnos tasl y como realmente somos. “— Entonces, ¿por qué vas a casarte con él? Ella le contó la verdad, una verdad que no le había contado a nadie. — Porque tal vez lo arregle todo.” |
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