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Lisbeth Salander encarna dos cimas de la condición humana: la compasión y el odio. Ayuda a sus amigos y a las víctimas de cualquier maltrato, pero persigue, implacable, a sus enemigos…y tiene la fortaleza de vencerlos. Encarna, entonces, la condición femenina de valor, de lealtad, de arrojo sin par. Tiene sus rarezas (¿quién no?), fruto de un pasado tan truculento como su presente. Su habilidad con las computadoras y los móviles, nos maravilla. Por todo esto la queremos tanto y seguimos sus avatares en los cinco tomos de la saga. Este quinto libro, nos muestra (entre otras situaciones dramáticas) la excesiva ambición científica, la que lleva a perder sentimientos en pos de fama, poder o dinero. No importa que los que sufren sean niños indefensos, no importa, sólo interesa el “avance” de la ciencia. Y así ha sido durante los relatos anteriores: la novela saca a la luz sucesos dañinos, maléficos: perversión sexual, corrupción político-policial, estafas económicas, contubernios internacionales, componendas en investigaciones científico-informáticas, etc. Con las tres primeras partes de la historia y con el estilo de escritura de Stieg Larson se siente más el frío sueco, como que caminamos junto a los protagonistas por esos paisajes helados, quizás hasta sentimos el olor de la sangre. Con David Lagercrantz vivimos y revivimos hechos, unos detrás del otro, pero a pesar de esa diferencia (son dos autores distintos, es lógico) la trama sigue siendo interesante. ¡Queremos seguir conociendo la vida y los sinsabores de Lisbeth! |
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