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Crítica de Celia_0504


Celia_0504
23 December 2023
En 1944, con solo 24 años, Carmen Laforet se convirtió en la primera premiada del prestigioso premio Nadal con su ópera prima “Nada”, una novela existencialista que aún hoy sorprende a quien la lee, ya no solo por la juventud de su escritora (a día de hoy nadie más joven que Laforet ha ganado el premio Nadal), si no por lo que supone pasearse por este drama familiar ambientado en la Barcelona de los primeros años de la dictadura franquista, que demuestra sin ningún tipo de pudor las consecuencias de la Guerra Civil Española desde un prisma, ya no solo oscuro, sino íntimo. Esta es la segunda vez que leo este libro. La primera vez tendría unos 13 y 14 años. Recuerdo que me dejó un regusto amargo, pero con el paso de los años se me olvidaron totalmente tanto la trama como los personajes. de ahí que está relectura pueda considerarse realmente como una primera lectura con todas las letras. No, solo por qué no recordase nada de la historia, también porque creo que con 13 o 14 años no supe apreciar tal y como se merecía esta obra, captar todos sus matices y saborear adecuadamente su prosa y los entresijos y complejidades de una trama tan dura como sutil.

Recién terminada la guerra civil, la joven Andrea se traslada a Barcelona para empezar a estudiar en la universidad, hospedándose junto a su familia materna a quienes no ha visto desde que es niña. Sin embargo, nada más poner los pies en el piso de la calle Aribau, las ilusiones y esperanzas juveniles de Andrea quedaran destrozados fulminantemente. La joven quedará irremediablemente succionada por un ambiente de tensión, desconfianza, locura, suciedad, pobreza y violencia tanto verbal como física ; generado todo por una familia destrozada y tóxica. Un ambiente que incluso acabará ensuciando su vida universitaria y su incipiente amistad con una joven.

Desde la primera línea de la novela impresiona la madurez y melancolía que desprende la prosa de Carmen Laforet, como con apenas 24 años pudo componer una historia tan sucia y cruel, que te deja constantemente con un nudo de tensión en la boca del estomago mientras lees. La prosa de Laforet es el vehículo perfecto para conducir esta historia angustiante, ya no solo por su indudable calidad, también por su profundidad y por la forma en que logra acoplarse a los recovecos de la trama y la complejidad y locura de sus personajes. Tiene algo elegante y danzarino, pero al mismo tiempo es a tan afiladas que duele, con una poesía con carácter personal y un regusto agrio y melancólico a la vez. Hay mucho fuego en ella pese a lo serena y sencilla que parece a simple vista, requiere estar uno muy pendiente de la manera en que Laforet juega con las palabras. Me encanta lo atmosférico que lo hace todo, la manera en que habla de Barcelona y como logra transportarte a ese lugar de una manera realmente mágica y envolvente. Sus descripciones de la Barcelona pos bélica no son formales, y pero sin que por eso hagamos diversos recorrido por la ciudad desde la perspectiva de Andrea, si no que se centran más en descripciones líricas y en hacernos compartir como lectores los sentimientos que los lugares y el paso de las estaciones generan en ella por medio de Andrea, su narradora . Y al mismo tiempo también logra meterte de lleno en ese otro mundo que es la atmósfera turbia y opresiva de la casa con pulso febril y delirante. Una casa poblada por pesadillas que se contrapone a las descripciones, marítimas, soleadas y góticas, que nos encontramos fuera de sus muros, y que poco a poco va comiendo a Andrea, demostrarnos el desarraigo al que el personaje es irremediablemente abocado desde el minuto uno que llega a Barcelona.

Pobre Andrea, en menudo lugar ha ido a caer. Cuanta rabia y maldad se desprende en esa casa cochambrosa y llena de podredumbre. Cuanto rencor se respira en el ambiente. Los capítulos son cortos, pero aún así tienen algo de denso por todos los malos sentimientos que desbordan cada una de sus letras, y por lo pendiente que tiene que estar uno de cada cosa que pasa, de cada palabra que se escupe desde el rencor, la malicia y la locura; de cada detalle y cada golpes. Demasiadas cosas sobrevuelan ese ambiente, gritadas y a la vez silenciadas; odios y redencillas cociéndose a fuego lento, enemistades incrustadas en el ambiente de esa casa de forma abierta unos con otros, pero al mismo tiempo se siente que te los guardan secretos y cosas que se callan, y que esos silencios hieren aún más. Y todo eso forma parte de la casa de la misma forma que sus paredes y sus desconchónes, de las telarañas que penden de los objetos que antes estaban bien cuidados y lustrosos, cuando ese era un hogar feliz y armónico. Antes de la guerra, esa guerra que apenas se menciona un par de veces, pero que está siempre presente. Yo dije antes , al principio que “Nada” trataba este tema, desde una óptica muy íntima, demostrándonos esta contienda desde una perspectiva pasada y centrada en una familia. Una perspectiva que se aleja de las grandes episodios bélicos, los nombres más importantes que se leen y estudian en los libros de texto, en los momentos que cambian el curso de la historia. No, la óptica en la que “Nada” pone el ojo en como la guerra rompió en mil pedazos al pueblo llano, en las familias irremediablemente desquiciadas y destrozadas para siempre, en como las casas se convierten en auténticos microcosmos donde los rencores están a flor de piel y el conflicto aún perdura, y las batallas son sustituidas por palizas e insultos. Si Picasso con el “Guernica”, utilizaba los pinceles para demostrarnos el horror de la guerra en su momento más álgido, Carmen Laforet utiliza la letras para desmenuzar sus consecuencias y las heridas que deja en carne viva. Y que se ejemplifica en esos dos hermanos mayores varones que representan las dos Españas enfrentadas en la guerra, que como señala el prólogo de Rosa Montero de mi edición “que se aman y se odian, que se intentan matar y se lloran el uno al otro, que guardan un pasado de traiciones y denuncias”, enfrentados por todo, hasta por una mujer. Que personifican esa España de hambre, picaresca, denuncias, intentos desesperados de salir adelante y desequilibrio que es representado con aire alucinado y brutalmente despiadado por la autora.

Increible, además, la capacidad de Carmen Laforet para hacer de esta una historia con escenas en las que realmente no pasa nada, con un ritmo muy plácido. Pero aún así, cada capítulo está lleno de tensión, uno nota que está dentro de una tempestad, apunto de explotar. Que forma de llevar la tensión la de Carmen Laforet. Cuando crees que las cosas en esa casa no pueden ir peor, llega otra escena de rabia y de odios y de violencia y notas como todo empeora aún más y de te ponen los pelos de punta. Todo está descrito con tanto mimo, la atmósfera tan escabrosa te atrapa de una forma tan hipnótica que no puedes parar de leer sobre como la pobreza material de los personajes va a la par que su mezquindad moral. Leyendo he tenido todo el rato la sensación de que había siempre una desgracia en ciernes que va gestándose lenta e implacablemente y que en cualquier momento iba a caer de lleno sobre los habitantes de la casa. de ahí que resulte más impactante lo que vemos en esta casa de la Barcelona de post guerra con los recuerdos que se comentan en estos capítulos, cuando era un hogar tranquilo, próspero y feliz. Y que haya algo de onírico en como la guerra destapa también el lado más oscuro de las personas, potenciándolo como si un una lámpara enfocase plenamente su luz en demostrar la cara que todos esos personajes no sabían, a veces, que tenían en su interior más profundo hasta que la guerra les obligó a convertirla en la máscara que demostraban ante el mundo. Ni uno de estos personajes puede resultar mínimamente simpático al lector, ya que todos ocultan muchas cosas y son muy desagradables.

Y es que además de demostrar con las letras los desastres de la guerra, Laforet también critica la sociedad pacta y conservadora de ese momento histórico. Un pacatismo del que personajes como la tía Angustias es tam víctima como verdugo. Quizas sea uno de los personajes que mejor trabajado y más conseguido está. Es tan gris que es capaz de desteñir los colores que la rodean, por más sucios que estén, representando como era la visión del mundo y de la vida en la época posterior a la GuerraCcivil, la visión que tenían las mujeres sobre su honra y el mundo que las rodeaba. Y a la vez, por lo que se insinúa, es una mujer aquejada por sus propios secretos, no tan recta como quiere hacernos creer. Toda ella tiene un algo que recuerda mucho a “La Casa de Bernarda Alba “ de García Lorca; con un ambiente familiar represivo y disruptivo y las convenciones sociales, pensando como una lápida sobre unos seres desdichados. de hecho, en ambas obras hay un personaje que se llama a Angustias, y no me extrañaría nada que esto no fue intencionado. Ideas mías, eso sí. Impagable esa escena en que el personaje está con sus amigas. Manera tan sutil, Laforet desmenuza la vida, aburrida, gris y conservadora que todas llevan y como las convenciones sociales de la época se las han comido hasta convertirlas en esas mujeres vestidas de oscuro por fuera y por dentro.

Incluso llega a caer mal la protagonista al principio de la historia. Personalmente esto era por lo pasiva e insípida que me resultaba el personaje. Pero si algo me ha gustado, también, de la composición narrativa de Carmen Laforet es como poco a poco Andrea va dejando de lado esa patina de silencio e indiferencia y va ganando ya no solo carácter, también personalidad. Poco a poco, bajo su personalidad serena, Andrea va ganando matices y demuestra que no es un personaje tan estático como parecía el principio. Pero al mismo tiempo lo es, y esa es su grandeza como narradora de la historia . Es un personaje que tiene ideas y vivencias propias, cabezota,incapaxde amar realmente; pero al mismo tiempo está es lo suficientemente secundaria como para hacer una testigo fiable. Creo que Carmen Laforet consigue el equilibrio entre crear un personaje con identidad, pero que al mismo tiempo sea un buen narrador desde el que poder conocer la historia desde diferentes ángulos. Un personaje que nos cuenta, pero que a la vez nos hace sentir lo que es el hambre crudo, la soledad, el desarraigo y el sentirse que no encaja y que está fuera de lugar en todas partes. cierto sentido, una de las cosas de las que va esta novela es del paso de la infancia a la adultez, y el aislamiento que conlleva. Y se nota mucho que la autora la escribió en una época en que estaba viviendo cosas parecidas a sus personajes, porque hay algo muy potente en la forma en que habla de todo esto. Andrea tiene una voz serena, pero en ella están todos los matices de la angustia y de lo que se siente al ser tirada a su suerte a algo que puede definirse como un infierno en petitte comitte.

Sí, no se puede negar que “Nada” es una novela formal y narrativamente impecable. Y sin embargo, aunque me ha gustado y me ha impactado, tampoco ha sido lo que esperaba. No ha llegado a estar al nivel con que yo esperaba encontrarme en esta segunda lectura. Pero siento que la trama resulta prácticamente en toda la novela muy plana, repetitiva y a veces un tanto aburrida. Lo que es el argumento se me ha quedado es muy poquita cosa. En ese sentido creo que no ayuda a dar más Vidilla a todo es la relación de Andrea y su amiga de la universidad, Ena. Para mí este arco era bastante desengrasante, ya que todos los misterios en torno a ella ayudaban a hacer un poco más ligera esta lectura tan densa, en el sentido de que era un cambio respecto a la cantidad de disputas, gritos y violencia física y verbal que se respira en la casa de Andrea. La forma en que este personaje acaba unido a la casa de calle Aribau da la novela un toquecillo de misterio y la verdad es que agiliza su lectura. Pero a la vez, siento que cuando se nos explica, me parece un tanto precipitada y sacada de la manga. A nivel literario, reconozco, que es oportuna y está ejecutada de una forma sutil. Pero a la vez me ha parecido un tanto sinsentido, con una Ena tan perdida como Andrea , pero con una vida mil veces más feliz y una buena familia, que se pone a prueba enfrentandose al pasado familiar y a un mundo que que no es el suyo.

De todas formas, la unión final de los mundos en los que Andrea tiene ambos pies (el desmoronamiento familiar; su amistad con Ena y la universidad) acaban embrollados en un último , dramático y definitivo giro de guión que ocupa los último capítulos, pero que en realidad se desgrana en una única frase. Y por ello la verdad es que me descolocó un poco. Pero a la vez me parece una idea literaria desarrollada con una inteligencia y una sutileza increíble. Lo importante no es tanto el acto en si como las consecuencias que tiene en la familia y en Andrea, y eso está muy bien desarrollado.

Y al final la impresión que tengo con “Nada” es que se trata de un cuento oscuro, un mal sueño, que, como todas las pesadillas, se desvanecerá con la llegada del alba y quedará atrás. En los últimos capítulos me he sentido como que esta es una estaña oscura en la vida de Andrea, pero que una vez que deja atrás Barcelona puede empezar a respirar, s redescubir lo que es la normalidad, y a empezar realmente la ansiada vida real a la que siempre ha aspirado. Los ecos de la calle Aribau quedarán con ella, que ha madurado y aprendido mucho y se ha manchado con el fango que había en eda cada. Pero al final era solo una parada en su andadura vital. Pero, como ella dice en la última página de la novela “me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida, en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. de la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. al menos, así creía yo entonces”.
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