Nada

Cátedra publica Nada (1945, Destino) en su colección Cinco décadas y yo aprovecho para llevar a cabo una relectura en blanco de una obra que he leído en muchas ocasiones, bien por placer, bien por obligación. Digo «en blanco» porque mi ejemplar anterior -y que conservaré para la batalla- atesora mil notas y también muchísimos recuerdos. Los libros también son grandes compañeros, enormes contenedores de melancolía.

Recuerdo de Carmen Laforet que era hija de un arquitecto con casa en Las Palmas y un de hermanos. Infancia familiar en Barcelona, recuerdos del mar, la naturaleza... Hasta la irrupción de la madrastra. Desgraciadamente, su madre había fallecido con treinta y tres años, habiendo plantado la semilla de la lectura en sus hijos. Los celos de la mujer de su padre aparecerán reflejados en sus obras, en las que encarnará los papeles mas duros. Sin embargo, su presencia le permitirá gozar de una mayor libertad. Y gracias a ella, cuando su primer amor, Ricardo Lezcano, se va a Barcelona, Carmen sigue sus pasos. Cumple dieciocho años en alta mar y arriba a la Ciudad Condal con dos trajes de verano y una maleta llena de libros. Se encontrará con una ciudad herida por la guerra y se alojará en la casa de sus abuelos, donde nació, en el primer piso de la Calle Aribau.

El título de su primera novela nace de la constante pregunta de su entorno universitario cuando Carmen cuenta que está escribiendo: «¿Y tienes título?». A lo que respondía: «No, nada». Quizá resulte tan atrayente porque refleja el choque entre las ilusiones adolescentes y la amarga realidad adulta. En cualquier caso, la autora pasa por el tamiz literario su experiencia barcelonesa y muestra en qué ha convertido la guerra a una familia que fue feliz. Todo ello en un ambiente autobiográfico, tantas veces negado, quizá para evitar herir. En cualquier caso, una obra de descubrimiento, abierta a la esperanza, al mañana.
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