Ojos de fuego

Una de las cosas que más caracteriza a Stephen King es su capacidad de construir personajes y dotarlos de profundidad psicológica. Tanto a los protagonistas como a los antagonistas, King consigue plasmarlos de manera única en el papel, consiguiendo que queden redondos y sin fisuras, lo que para mi gusto lo convierte en uno de los mejores narradores del panorama literario actual.

Y en “Ojos de fuego”, publicada en 1980, despliega dicha capacidad una vez más para contarnos una historia que prácticamente se lee sola, y darnos a conocer a unos personajes que se ganarán nuestro corazón de principio a fin. La relación padre-hija entre Andy y Charlie me ha parecido lo mejor de esta novela. King consigue construir un vínculo único entre ellos dos que ya se ve fuerte desde el inicio de la historia, pero que crece según avanza y acaba cautivando al lector. Además, Charlie es un personaje maravilloso, su inocencia y su personalidad harán que empatizar con ella sea algo automático y en mi caso es un personaje que se va a quedar en mi corazón muchísimo tiempo.

Otra de las características de King en lo referente a personajes es su capacidad para crear villanos sumamente geniales y con un trasfondo brutal. Y es que John Rainbird, el antagonista de la novela (el principal, por lo menos, porque hay varios) me ha parecido un villano maravilloso, que se aleja de estereotipos. Además es frío, calculador y se guía por sus propios intereses aunque perjudiquen a sus similares. Me queda mucho por leer de King, pero este villano pasa a estar entre mis favoritos del autor hasta la fecha.

La novela es extensa, pero atrapa de tal manera que se devora. A mí creo que me ha durado una semana y aunque no estará entre mis libros favoritos del autor, me ha encantando de principio a fin y lo he disfrutado como un niño en la mañana Navidad. La historia, y sobre todo los personajes, han calado hondo en mí y sé que me acompañarán durante mucho tiempo, sobre todo la pequeña Charlie, una niña que hace lo que puede con lo que tiene, y que aunque haya momentos en los que ni ella misma se entiende, sigue adelante para sobrevivir.