Armonía

Félix es un rico hacendado que huye de viaje para superar la muerte de su hijo recién nacido, dejando a su mujer Anna Marie en casa a cargo de unos parientes: su suegro, el tío Thilo que no se sabe muy bien si es tío carnal o amigo de la familia, la señora von Malten a modo de dama de compañía y la hija de ésta, Mila.

La novela está escrita desde el punto de vista de Félix, un hombre inmaduro, malcriado, acostumbrado a hacer siempre lo que le apetece y que la gente le siga el juego.

Cuando vuelve de viaje se siente como un extraño en su propia casa, ajeno a la red de relaciones que se ha tejido su esposa, otra niña mimada, para superar la pérdida de su hijo en su ausencia. En cuanto a esta pérdida, el autor no incide mucho y la pasa por alto. No cabe todo en sus 87 páginas.

Félix, para reafirmar su ego busca seguir siendo el centro de atención y ejercer de amo y señor de sus tierras y siervos, ya que se siente ninguneado por los habitantes de la casa, celoso de todo lo que rodea a su mujer… a excepción de Mila…
El desenlace es inesperado.

Hay un diálogo con uno de sus siervos, que adjunto como cita, que me sacó de la lectura, me desagradó tanto que hizo que mi valoración del libro fuera más baja a pesar de haberme gustado mucho.

CITA
-Estás casado?
-Sí, con Marrie.
- Una chica grande y hermosa.
-Bueno, yo no le he encontrado ninguna tara. Un poco deslenguada si es.
-Vaya, ¿y le zurras de vez en cuando?
-Cuando hace falta sí. Sin zurrarla un poco sería imposible.
-Y…como…dónde le pegas?
-Donde caiga señor.
- ¿Y luego?
-Bueno como berrea… y luego vuelve a estar amable como nunca. Mujeres, ya se sabe…
-Si mujeres, ya se sabe…