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Crítica de Ros


Ros
15 June 2023
Una impresionante y memorable obra y aunque trata sobre un tema del que se ha escrito y hemos leído mucho, como son las vivencias de un joven en diferentes campos de concentración nazi, sin embargo, lo sorprendente es la manera de narrarlo y el reflejo de las intensas reflexiones del protagonista.

Y es que la palabra clave de la obra es la ingenuidad. Un joven protagonista, húngaro, que no es consciente de los acontecimientos que se suceden y marcarán su destino, un joven a la deriva que no lucha contra unos terribles sucesos porque no se transformarán en conscientes, hasta que será ya demasiado tarde.

Curioso es también ese alejamiento de la realidad que le rodea. En principio, son un grupo de jóvenes que a pesar del confinamiento al que son sometidos, llevados en tren hasta el campo de concentración, pasar por las duchas, raparles el cabello, darles el uniforme de rayas, una sopa para comer incomestible, un lugar para dormir que no es tal, y después mandarlos a trabajar duramente, ellos siguen inocentemente despojados de la intencionalidad que se les reserva, la crueldad de ser víctimas.

Y es que también es importante destacar que el relato se narra y los hechos se suceden en la adolescencia y primera juventud del protagonista.
Esto dará lugar a la forma natural y al lenguaje sencillo en el que se expresa.

No olvidemos que el inicio de la obra, es donde se nos presentan las primeras impresiones del joven y una vida familiar en la que sabremos que sus padres están separados y es también cuando comienza a trabajar, siempre destacando la inocencia característica en todo lo que hace, dice , piensa y vive.

Más tarde , la irremediable realidad del momento se impone, y ya enfermo y extenuado con un infernal presente, ya no tiene deseos ni futuro, sólo es su agonía la que nos muestra.

El título de este libro está convenientemente elegido y acompaña de un modo eficaz a su prosa que parece, en muchos momentos, dispuesta a asegurar que “Sin destino” es 'precisamente el destino de la humanidad.
Muy bien elegido el título.

Relato semiautobiográfico, parece que el autor vivió una experiencia similar y esta obra conserva precisamente esas frágiles y agónicas vivencias frente a la gran arbitrariedad de la historia.

Y esto es lo que al final del libro, que me ha parecido soberbio, diferente y genial, pretende demostrar con el diálogo que sostiene el protagonista, después de la liberación, con sus viejos vecinos.

Y es donde surge lo más novedoso de la temática, lo más importante e impactante, aunque también esencial y necesario es todo lo que ha ido sucediendo, precisamente, para llegar a estas conclusiones que, insisto, son lo que nos lleva a grandes y extraordinarias reflexiones que nos permiten ampliar nuestro pensamiento y nuestra forma de mirar de otra manera, unos hechos bien conocidos.

Pasos hacia delante , pasos hacia delante de unos , pasos hacia atrás de los otros para esconderse, para permitir que otros hagan, pasos callados estos últimos , voces perezosas, ojos empeñados en cerrarse bajo sus párpados para poder entorpecer la clarísima visión de lo evidente. Tenues complicidades a ocultar en la mazmorra de la vergüenza.

Miedo, se llama miedo, miedo eterno del ser humano espantado frente a la barbarie , miedo y la necesidad primitiva reptiliana de conservar la vida pese a todo, pese a la infamia que mira de frente, pese a uno mismo, si es que esto fuese necesario.

El joven protagonista, el joven judío , el joven pisado por las botas del ejército nazi, el joven convertido en animal abusado, reducido a la jaula del campo de concentración, interpela con dureza pero sin intención de hacer prisioneros de la culpa, a unos ancianos supervivientes de la masacre incontestable que fue la segunda guerra mundial, sus vecinos.

Les habla el joven, descarnadamente, de lo que fue su encierro, de lo que ocurría en los campos de concentración, los ancianos responden que ellos no colaboraron en nada, que ellos simplemente intentaron sobrevivir pero el joven sigue dibujando el terror y el horror que sufrió porque todo comienza en algún momento, todo deja ver sus antecedentes, todo muestra las pisadas que algunos dan y que sumadas a otras, van construyendo ejércitos.

Los que andan para atrás lo que intentan, sin embargo, es que sus huellas cada vez se noten menos, cada vez queden menos impresas en la arena , así ve el joven la manera en que se van construyendo las desgracias que más pronto o más tarde atraparán a la humanidad.

No desvelaré nada más de esta conversación entre el joven y los ancianos porque para mí, se trata de una lección que viene adornada con palabras y frases que engrandecen de tal manera el pensamiento, que considero acertado que cada uno las lea y que muchos puedan regocijarse con la enseñanza de esta conversación.

Y es que parafraseando la película de Roberto Begnini, de la vida es bella, podemos decir que no es tan bella y los campos de la muerte, el doctor Mengele, los hornos crematorios, y los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald, a los que yo he visitado, quedándome sobrecogida, así como las grandes obras de autores que sobrevivieron al exterminio nazi, nos lo recuerdan.

Debemos seguir recordando el mayor exterminio de la historia.
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