Hacía tiempo que quería leer a
Douglas Kennedy, autor de ¿novela romántica? con entusiastas seguidores. Entiendo de dónde surge la pasión, y es que este libro se devora, pero sin empacharse: lo vas degustando placenteramente, sin prisa pero sin pausa.
Diría que más que una novela de amor, trata sobre la insatisfacción vital de algunas personas, a las que les cuesta horrores conseguir cierto sosiego interior porque nunca están contentos con su presente. Prefieren proyectarse continuamente en un futuro ideal en el que vuelcan sus esperanzas de conseguir la tan mitificada felicidad.
Esta insatisfacción vital la padecen ambos protagonistas, Sam e Isabelle. Y aviso de que puede haber spoilers a partir de aquí.
Una confesión: Sam me resultó un narrador muy antipático. Parece Don Perfecto rodeado de mujeres que lidian con problemas con el alcohol, que gritan y lloran y pierden la compostura, que son infieles (esto es irónico porque él también lo es, y cuando lo pillan hace luz de gas), que meten la pata mientras él mantiene la calma. Pero, en fin, el narrador es él, así que entiendo que nos va a contar lo que le interesa contar.
En el lado opuesto está Isabelle, que desde el principio deja claro a Sam que nunca dejará a su marido. Pronto nos damos cuenta de la pesadez de esta cadena autoimpuesta, y nos preguntamos por qué no coge las riendas de su vida. Ella misma se lo cuestiona muchas veces. Sabe que se ha acomodado en una vida que no la satisface, pero es mayor su temor a cambiar. "Somos los arquitectos de nuestras propias prisiones", llegar a decir en un momento dado, lo que es el resumen perfecto de su existencia.
Sam busca continuamente a la mujer “perfecta”, sin ser consciente de que tal cosa no existe, y eso le hace volver continuamente a Isabelle, la única relación que no puede abrazar por completo. Isabelle se lamenta de su desapasionada vida, pero no es capaz de hacer nada para cambiarla. Y ese es el resumen de su existencia: prioriza el comfort y la seguridad sobre la posibilidad de un futuro más apasionante con Sam. Permitidme que dude de que hubiera sido una relación exitosa, pero como toda historia de lo que pudo ser y no fue, siempre nos quedará la duda.