El primer café del día

Me llamó la atención este libro porque los viajes en el tiempo siempre me atraen. No había tenido oportunidad de leer los dos anteriores, pero la idea de que constituyen historias independientes y que no era necesario haber leído las entregas anteriores para leer esta, me convencieron. Debo decir que no es del todo cierto que no sea necesario leer las anteriores. Si bien es verdad que puedes comprender cada libro de forma independiente, hay alusiones a hechos y personajes de los libros anteriores y siempre será mejor la experiencia lectora si los puedes reconocer.

En este libro, protagonizado por una peculiar cafetería que permite a sus clientes viajar al pasado por un tiempo muy limitado y con unas normas muy estrictas, nos encontramos con personajes cuyo deseo de visitar algún momento del pasado está impulsado por motivos variados. Desde el resentimiento hasta la nostalgia o la pena, todos regresarán de su particular viaje con un aprendizaje y una lección aprendida.

Y es que, el mensaje que quiere transmitir el autor es el de la esperanza y no el de la reparación. de hecho, una de las advertencias de estos viajes en el tiempo es que nada de lo que hagas cambiará el presente, lo que ya nos da una pista de que lo que cambiará será la percepción del propio protagonista sobre su historia y sobre sí mismo. La idea de que la percepción que se tiene en el presente sí que puede cambiar aunque la situación actual no lo haga y que con eso es posible recuperar una felicidad perdida o sentirse reconfortado.

Una novela breve, con una pluma ligera aunque cargada de referencias cruzadas a los personajes que obliga al lector a estar atento a las relaciones que se trazan entre ellos y los hilos invisibles que los unen. Una narración al más puro estilo de la literatura nipona, calmada, sosegada, pero muy profunda y de casi obligada reflexión.