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Creo que fue allá por 2017 o así que aterricé en uno de los talleres de escritura creativa gratuitos que ofertaba la biblioteca. Su profesor era Francisco José Jurado, que por aquel entonces tenía en su haber dos libros policiacos (de la misma saga), y llevaba desde antes fraguando una idea en su cabeza de la que nos hizo partícipes. Así que tenía muchas expectativas por saber que podría haber elucubrado. Cuando salió el libro acudí a la presentación, donde dejó caer algunos detalles más que me llamaron la atención. Hablaba de una historia de amistad, de espías, bélica, fantástica… pero sobre todo, de amor. Meh. Ya sabéis que la romántica y yo no nos llevamos bien. Pero ya que nos ponemos, pues valor y al toro. ¿Qué es lo que sé de la romántica? Que, más que la trama, lo importante y lo que más se tiene que trabajar son los personajes. Tanto como en un libro de género policiaco. Y sí, el noventa por ciento de los personajes que aparecen en la novela, a pesar del mareo de nombres, son fácilmente reconocibles y con un rasgo característico que despertó mi interés por cada uno de ellos. Es una de las mejores bazas que puede tener Paco, algo que se ve que tiene dominado. A lo largo de las trescientas y pico páginas del libro, los bandos pasan a ser algo anecdótico. Son enterrados en la maraña de intrigas y, a la par, en la promesa de una amistad entre los dos protagonistas. De ellos puedo decir que son igual de tiernos, tanto Henderson como Martín. No necesito leer más de ellos, porque creo que las escenas en las que aparecen e interactúan conforman un arco completo que no necesita ni más ni menos para transmitir esa extraña lealtad, esa sincronía mágica que pasa en contadísimas excepciones y que genera lazos que ni la muerte puede romper. Caso aparte, he de decir, de los personajes femeninos. La época es la que es, no voy a juzgar con ojos de hoy cómo entonces estaban las cosas. Pero el caso de Meredith me repatea profundamente. Porque quien realmente sale perdiendo es Henderson, cuya motivación, a mis ojos, se anula. No quiero destripar nada de la trama, pero el personaje de Meredith es un nombre sin más y lo que nos cuentan de ella, unos y otros. Nos hace pensar que es “una mujer innovadora, adelantada a su tiempo”, pero… ¡yo no lo veo! Su descripción nos la da, mayormente, de manos de un personaje en el que no podemos confiar, utilizado de excusa para un acto deplorable. Así que una de dos: o el personaje de Meredith sobra o le hacía falta mucho más trabajo. Cuando antes he hablado de la sincronicidad, no he usado ese término a la ligera. Sincronizadas y paralelas se desarrollan los conflictos e historia de Henderson y Martín, los dos amigos. Incluyendo sus particulares conflictos románticos. Conflictos que se prometen. Además, graves. Para después… bueno. Quitando el de Henderson, el conflicto romántico de Martín nunca llega. Se deshace en jirones de nada. Tenía todos los ingredientes, preparados con tesón y esmero, para que luego todo se resuelva mirando a otra parte. Pero se lo perdono. Total, yo no estoy aquí para leer romance. Yo estoy aquí por la tensión, calentada a fuego lento como un auténtico chef de cinco estrellas. Yo estoy aquí por ver la amistad de dos personas radicalmente opuestas porque la política se mete en las casas aprovechando la ignorancia de la gente y quebrando familias, sacrificando pobres diablos que para la política realmente no importan, mensaje que también transmite. Lo bélico no me lo va a dar, más allá de los cientos de detalles que cuenta. Sí, Paco ha hecho un gigantesco trabajo de documentación, pero quizá ha faltado pasarlo más a escenas y menos a exposición de información sin más. En cambio, lo mejor de toda la obra es la escena de la traducción simultánea. Es un instante soberbio en el que las páginas volaban entre mis manos. Nada más que por este capítulo hay que leerlo. Enlace: https://cafeinayletras.wordp.. |
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