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Crítica de IvanValenciaA


IvanValenciaA
30 January 2022
Tempestades de acero es una novela del escritor alemán Ernst Jünger, publicada en 1920. Inicialmente, más que una novela, eran las memorias de guerra del autor, quien participó en la Primera Guerra Mundial (IGM en adelante) desde 1914 y hasta su final. Durante los años venideros Jünger revisó su obra, la reescribió, llegando a publicar varias versiones a lo largo de su vida. No obstante, las constantes revisiones, esta obra conserva la esencia de la primera obra, a saber, las vivencias del autor en la guerra.

Esta novela, dentro del espectro de la literatura hecha a partir de la IGM, es especial por varios motivos. Primero porque Jünger, además de ser soldado y novelista, fue un intelectual. Exploró la filosofía de su tiempo, criticó la industrialización, hizo historia, analizó el papel de Alemania en las guerras del siglo XX, exploró la espiritualidad europea como nadie lo ha hecho, experimentó con LSD, opio y otros alucinógenos, de estas experiencias dejó varios textos. Por tanto, en la IGM, y a pesar de su juventud, su mirada no era la del simple soldado que se enlistó o fue obligado a ir al frente. Esta visión particular está presente a lo largo de la obra y más adelante hablaré de ello. Segundo, Jünger participó en los cuatro años de guerra, generalmente en la línea del frente. Empezó como soldado raso, pero rápidamente ascendió y al final de la guerra ostentaba, según su novela, el rango de Alférez. Esto lo diferencia de otros escritores-soldado de la época que, aunque participaron de la guerra y estuvieron en el frente, no lo hicieron ni el tiempo, ni de la manera en que lo hace Jünger. Hemingway, por ejemplo, fue conductor de ambulancia en Italia, generalmente estuvo en la retaguardia. Erich María Remarque hizo parte de unidades de zapadores y estuvo en servicio durante los cuatro años de guerra. No es que estas experiencias sean menores, lo que digo es que son diferentes. Jünger fue herido catorce veces, fue un guerrero inagotable, pocas noches de esa larga guerra durmió en un refugio que no fuese presa de bombardeos enemigos. Otro motivo para decir que esta obra es especial es que se escribe a partir de memorias escritas al calor de la batalla, es poco lo que hay de ficción en esta novela. Y, finalmente, esta obra abarca la experiencia que desde la trinchera se tuvo de la IGM en el frente occidental. En ella aparecen la mayoría de grandes batallas y batallas decisivas de esta guerra.

Dicho esto, me refiero a la novela en sí. La novela es una obra maestra. Es todo lo que me limitaría a decir si, su misma maestría, no impulsara al lector que soy a reflexionar sobre ella. Es verdad que la obra, con sus detalles, a veces puede parecer un poco pesada. Jünger va mencionando fechas, escaramuzas, pequeñas batallas, datos que se van acumulando página tras página. Sin embargo, parte de la magia de la novela es ese nivel de detalle. El autor nos habla directamente empezando la novela, nos lleva a conocer la trinchera, cómo se operaba en ellas y qué hombres la habitaban. Estos detalles y datos nos van llevando por el desarrollo de la guerra y nos permite entender lo que sucedía mes a mes, año a año.

La novela también tiene un grado de crudeza que le otorga su propio realismo y nivel de detalle. Sin embargo, no hay animosidad en estas descripciones. Jünger va contando lo que ve, nos lo muestra, pocas veces juzga, para él la guerra se da con naturalidad. Pocas veces se nos deja ver la crisis que desata el combate, generalmente la tranquilidad guía al autor por las vicisitudes de la guerra. A algunas personas podría molestarles esta crudeza, o que no se halle un charco de lágrimas junto a la sangre de los caídos, pero ese hecho hace también de esta obra algo particular. No es una novela pacifista, tampoco guerrerista. Solo analiza el hecho de la guerra y las transformaciones del espíritu que se suceden en semejantes escenarios.

La escritura de la novela es sencilla, más allá de la terminología militar con la que el lector se relaciona rápidamente. La narración es fluida, a veces se acelera, o a veces se ralentiza, pero es amena. Estos cambios de velocidad se mueven con el ritmo de la guerra. La suavidad del uso de las palabras cuando el soldado descasa después de una larga marcha nos hace descansar con ese soldado, luego nos crispa los nervios en el campo de batalla.

He mencionado antes que la novela describe algunas de las batallas más importantes de la IGM. Esto es importante. Como Jünger asiste a los cuatro años de guerra, casi puede uno sentarse con un mapa estratégico en la mano a ver el desarrollo de la guerra desde la novela. En el año catorce la guerra de movimiento y la carrera al mar, en el año quince las trincheras, la batalla de Vedún en el dieciséis, o las batallas de Passchendaele y Cambrai en el diecisiete, hasta la ofensiva de primavera del dieciocho. En medio de todo esto, se ve cómo los soldados alemanes vivieron la aparición del tanque, el mejoramiento de los aviones de guerra y la aparición de los bombardeos aéreos, los gases letales. Es muy interesante ver estas vivencias desde el lado alemán.

Hasta ahora he hablado de aspectos generales. Ahora hablaré de algunos aspectos particulares que me llamaron la atención. Primero, la sensibilidad del autor frente a un escenario tan devastador. Jünger está en la guerra, pero está conectado con la vida y el mundo. Sus observaciones del campo, de los animales, de su patria, la forma en que entiende a sus enemigos como otro que está dispuesto a matar pero que no odia, y que en caso de ser su prisionero le procurará toda la atención y ayuda posible. Como dice en el capítulo seis: “En la guerra he aspirado siempre a contemplar sin odio al adversario, a apreciarlo como hombre de acuerdo con su valor. Me he esforzado en buscarlo en la lucha para matarlo y no he esperado de él otra cosa. Pero nunca he pensado que fuera un ser vil. Cuando más tarde cayeron en mis manos prisioneros, me sentí responsable de su seguridad y procuré hacer por ellos todo lo que estaba a mi alcance”.

Segundo, la manera en la que se aborda la guerra. Esta novela ha sido señalada de glorificar la guerra por esta visión particular de la misma. Jünger señala en la novela y lo haría en vida, la manera en la que la guerra moldea el espíritu de los seres humanos, les obliga a contemplar lo realmente valioso, les obliga a pensar su propia vida, a obtener valor y gallardía. La guerra es también un viaje espiritual. Sin embargo, la contemplación del enemigo y una inexistente definición de la guerra como necesidad, dejan ver que este abordaje particular pasa más por el agudo razonamiento de un pensador que por el efusivo guerrerismo de un fanático. Para Jünger la guerra también tiene algo de aventura, que al final de la novela vemos como le ha cansado. Esto no es extraño, los jóvenes de aquella época fueron dichosos a esta aventura que imaginaban simple y glorificante. Subyace a toda esta perspectiva del autor la curiosidad de un espíritu despierto que intenta experimentar y comprenderlo todo.

Finalmente quiero hablar de un capítulo y una escena que son la conjunción de la maestría del narrador, de la aventura y el peligro vivido por el autor, de la crudeza de la guerra, del heroísmo de este hombre y sus semejantes. El capítulo 18, titulado “La gran batalla”, que nos habla sobre la ofensiva de primavera, iniciada el 21 de marzo de 1918, muestra todo lo mencionado anteriormente. Este capítulo es largo, apasionante y desgarrador. Aquí se deja ver el choque y destrucción entre dos bandos de hombres igualmente valiosos e igualmente valientes. Es quizá una de las mejores descripciones de una batalla que he encontrado en la literatura de la época.

Finalmente, en el último capítulo, emotivo al límite. Nos muestra un Jünger decidido, arrojado, valiente. Cuando es herido aparece la conclusión de un hombre brillante que ha revisado su vida y se encuentra en paz consigo mismo, pero que al tiempo está cansado del caos que le circunda. No hay animadversión por el enemigo, ni por la humanidad que ha desatado este caos. Dice: “Mientras caía pesadamente sobre el piso de la trinchera había alcanzado el convencimiento de que aquella vez todo había acabado, acabado de manera irrevocable. Y, sin embargo, aunque parezca extraño, fue aquél uno de los poquísimos instantes de los que puedo decir que han sido felices de verdad. En él capté la estructura interna de la vida, como si un relámpago la iluminase. Notaba un asombro incrédulo, el asombro de que precisamente allí fuera a acabar mi vida; pero era un asombro lleno de alegría. Luego oí cómo el fuego se debilitaba; parecía que me hundiese como una piedra bajo la superficie de un oleaje furioso. Allí no había ya ni guerra ni enemistad”.

Es probable que este desordenado escrito no haga la más mínima justicia a una obra de tal calidad. Sin embargo, llegado a este punto, solo puedo recomendar esta obra a toda persona que se interese por la IGM o que quiera ver la experiencia humana llevada al límite.
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