 |
Ni la vida de Álex ni la de nadie de su pandilla es fácil. En un pequeño pueblo de Andalucía, sin muchas perspectivas de futuro y la historia familiar de cada cual sobre sus espaldas no resulta sencillo salir adelante (indemne). Leo palabra a palabra cómo Álex intenta sobrevivir al mundo, a sí mismo y a sus decisiones. Y hay momentos en los que se me hace difícil pasar las páginas. El retrato de una juventud que se quedó en los márgenes, cuando mejor fue, o en los cementerios, en la mayoría de los casos. Drogas, sexo y punk. Precariedad, violencia y pocas perspectivas de futuro. Es una lectura cruda, que te hace sentir cierta incomodidad por el “privilegio” de no haber estado allí, de haber podido llevar una vida diferente, menos dura, a pesar de la poca diferencia de edad con el protagonista. Son las historias que te contaban cuando empezabas la adolescencia para meterte miedo en el cuerpo y alejarte del consumo de alcohol y drogas. “Ten cuidado, que empiezas con un porro y terminas enganchado”. Pero no es tan fácil. Hay mucho más detrás. Un chaval marcado por los malos tratos, con una historia de trauma que condiciona su impulsividad, la rabia, las adicciones y las relaciones. En “Punki: una historia de amor” acompañamos a Álex, a trompicones y saltos temporales, en el relato de su propia vida, desde la adolescencia hasta terminada su juventud. Y escuece. Queman los secretos, las decisiones que toma, las que no termina de tomar o las que le vienen dadas. Y, de vez en cuando, por sorpresa, salpican momentos de ternura, de esperanza adolescente y castillos en el aire. Sobre el futuro, sobre el amor y la vida. Porque la esperanza también está en las calles de Villa de la Fuente, aunque solo asome de vez en cuando manchada de tierra y polvo. Escrito de una manera franca, sin vuelta de hoja. No había leído nada de Juarma y me ha sorprendido lo descarnado de su escritura. Me ha enganchado esa sinceridad, el contar sin artificios. También me han sorprendido, mucho, las mujeres de su relato y cómo están construidos estos personajes. No es sencillo retratar así de bien y con esa empatía. Este libro es también una cinta de casete de doble cara, la que podrían haber grabado cualquiera de mis hermanos en su adolescencia, repleta de canciones del punk y rock. “Andas siempre por ahí borracho / andas siempre por ahí tirado /andas siempre sin un puto duro / andas siempre como un bicho raro” (Piperrak – Bitxo raro) |
>
