Este libro es un poemario de Otoño, que se debe leer en un sofá cerca de una ventana, viendo a las hojas caer de sus ramas, con una taza calentita de té en la mano. Yo me lo he leído en verano y, aunque el sol aún brilla fuerte en el cielo, la melancolía de sus páginas me ha hecho olvidarme un poco del calor y teletransportarme un poco hacia delante en el tiempo, a los claros días precursores del Invierno. Si tenéis días de esos que parecen que los segundos son minutos y ya apetece arrebujarse en una manta, este libro será un compañero ideal.
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