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«La soledad no es estar solo, sino no tener a nadie a quien echar de menos». Sin desvelar grandes cosas, me quedo con dos ideas perturbadoras que el escritor señala de nuestra maravillosa vida moderna, hay gente que muere y nadie echa de menos, y no hay que irse a Noruega para descubrir que en España esto sucede y mucho. Y otra, cómo puede vivir tanta gente en un país sin ningún tipo de documentación o con la identidad de un muerto. Esto último me ha dejado un poco perpleja o tengo cara de delincuente o no sé, porque creo que me ha parado la guardia civil de tráfico, en esos controles rutinarios, como cinco veces. Para alquilar, encontrar trabajo, incluso tener una tarjeta de crédito, a mí me piden documentación, vamos que nadie me fía. Pero me quedo con el carácter de soledad que deja el escritor sobre nosotros. Morir solo. Me horroriza. No es un thriller difícil de seguir y tampoco hay una reflexión más allá de la expuesta, ¿qué vida se ha tenido para que nadie note tu ausencia durante cuatro meses? No temáis la historia no trascurre por estos derroteros, dará un ligero giro y nos veremos inmersos en la búsqueda de un asesino en serie. Noto esta novela diferente de lo que me tenía acostumbrado este escritor, más dentro de los clichés del género, más ligera y comercial. Su estilo es el que me mantiene dentro de la historia, porque me gusta como crea la intriga. |
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