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AVISO: esta reseña contiene SPOILERS de los anteriores libros de la saga. Con un segundo libro que introducía tramas interesantes pasamos a un tercero que busca unificar las tramas en torno a Rand. Perrin tiene mayor peso en la historia, aunque reconozco que parte de sus pensamientos entran en bucle, haciendo que que me desesperase. Además, la introducción del Halcón me ha parecido algo forzada, y más todavía crear un lazo entre ambos. Mat también recupera esencia, aunque marcado por sus vivencias con la daga. Sirve un poco en algunos momentos como una contraparte más ligera al resto de personajes del libro, y nos abre la puerta a saber lo que está sucediendo en el palacio de Morgase. Su humor y acidez se agradecen, incluso dentro de la trama política. A las Aes Sedai las seguimos conociendo a través de Egwene, mostrando los entresijos con los distintos objetos que les permiten potenciar su conexión con el poder único. También vemos que la desconfianza crece dentro de la torre blanca y que Egwene está muy condicionada por lo que vive cuando estaba retenida, haciendo que reflexione sobre la prohibición de herir usando sus habilidades. Lo único que sigue sin convencerme es la repetición constante de relacionar a gran parte de las mujeres con Rand de manera amorosa, ya que condiciona las relaciones y pensamientos de muchas de ellas. A Rand lo tenemos casi desaparecido hasta el final, sabiendo de él por sueños que tienen sus amig@s pero poco más. Y es que en el final llega su momento de brillar, aunque de forma algo abrupta y dejando la historia muy abierta. Si bien el libro es menos denso que el primero, hay muchas preguntas que siguen sin responderse y que para mi ya lastran a los personajes. Lo compensa la prosa del autor que logra que semejantes tochos no se hagan pesados. Colibrí. |
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