No todo el mundo

Decía Carmen Martín Gaite que la esencia del amor es “fuente de movimiento”, que la naturaleza del amor nunca puede ser estática y que —esto ya lo digo yo— no podemos pretender que las cosas sigan igual que esa noche de fiesta en la que cruzaste miradas con un chico que más tarde se convertiría en tu novio y con quien compartirías casa, hipoteca y seguro del hogar. “No todo el mundo” parece comprender que aceptar el amor es aceptar el cambio, pero quien sí se da cuenta de ello es Marta Jiménez Serrano.
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«Hay parejas que se apuntan a salsa. Hay parejas que se enganchan a Netflix. Hay parejas que procrean. Hay parejas que se acaban».
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Ambas autoras llegan, con distintas palabras, a la conclusión de que el amor es movimiento y, junto al movimiento, es necesaria la conversación. En una pareja —y en cualquier ámbito de la vida, en realidad— no es lo mismo hablar desde el amor que hablar sobre el amor. Lo segundo caduca, se estanca; lo primero fluye y es imparable. Lo segundo es más fácil. Todavía nadie ha descubierto realmente de qué va lo primero. Sin embargo, dentro del reto que supone hablar desde el amor, y, más especialmente, hablar sobre el amor desde el amor, Marta Jiménez Serrano consigue acercarse en estos relatos a ese espejismo que muchas veces parece inalcanzable. Estas breves historias, entre las que mis favoritas se encuentran ‘Tenemos que dejarlo', ‘Filmín', ‘Colega' y ‘El rastro', nos enfrentan a algunas de las incógnitas que todavía vivimos en torno al amor (de pareja heterosexual) en nuestros días.
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Dice la autora en uno de los relatos que el “el miedo al amor es como el miedo a los gatos” y creo que ahí está la clave de todo. Siempre que digo que tengo un gato a personas que nunca han tenido un gato las miradas son de desconfianza y los comentarios están llenos de recelo: “No me fío de ellos”, “son demasiado independientes”, “son muy suyos”… Las creencias sobre los gatos, al igual que las creencias sobre el amor, están llenas de estereotipos.
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Lo cierto es que ningún gato es igual a otro, del mismo modo que tampoco lo es ninguna persona ni ningún amor, pero tener miedo a ellos —a gatos y al amor —es perderse una de las experiencias más bonitas que cualquier persona puede vivir en la vida. Y lo cierto es que sí, los gatos son imprevisibles, porque en la naturaleza de los gatos también está el movimiento, pero también son maravillosos. Inexplicables, pero maravillosos. Simplemente hay que estar dispuesto a entender que en lo respecta a los gatos —y al amor— no siempre vas a tener todas las respuestas. Pero siempre merecerá la pena leer a Marta Jiménez Serrano por si te puede dar alguna pista.