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Crítica de Alarios


Alarios
23 January 2024
Vaticiné que me lo bebería, puesto que me encantaría, y así ha sido. Es difícil reseñarlo porque me he encontrado con un libro muy grande; y no me ha influenciado mi admiración hacia su autor, Javier Pérez Campos, a quien al igual que sus compañeros de la Nave del Misterio sigo desde Milenio 3. Y cuando pasión que sentimos hacia el mundo del misterio es lo que nos une, con más interés se lee; lo que no significa —de hecho, recomiendo— que también lo disfruten aquellos más ajenos a este mundo de lo etéreo. Algo difícil, en mi opinión, pues quién no ha sentido curiosidad por esa eterna pregunta: ¿hay vida después de la vida?

Tras esta introducción, comenzaré con lo que me ha trasmitido a grandes rasgos. Immaturi: los Inocentes pertenece al género de ensayo y, en este caso, nos encontramos con las crónicas del periodista Javier Pérez Campos junto a sus compañeros y amigos como Luis Uriarte, Aldo Linares, Clara Tahoces y su gran amiga, quien aporta muchísimo a este libro, Israel J. Espino. Me recodó a un libro que no solo me gustó, sino que me marcó, como es Ébano del corresponsal de guerra en África, Ryszard Kapuscinski. Cuando vemos un reportaje, como en el caso del autor y su equipo en Cuarto Milenio, no imaginamos lo que ocurre fuera de cámara. Su trabajo de periodismo bien podría compararse con las aventuras de Indiana Jones; y no exagero tras lo que conocí gracias al libro. Recuerdo que hace poco Iker Jiménez dijo que era perfeccionista para traernos estos reportajes de calidad; que si un colaborador tenía que estar a las tres de la mañana en el puto kilométrico de tal carretera porque allí se apareció la chica de la curva o avistaron un ovni, tenía que ser así. En Immaturi, su autor nos deja entrever que el horario de un periodista no se limita de lunes a viernes de 8 a 2. Es por ello por lo que el que nos hable de la conciliación familiar, cobra un significado. Siempre que puede, dedica tiempo a su esposa, Celia, y a jugar con sus mellizos Mario y Chloe, pero después va a su despacho y se pone a investigar en el ordenador; cuando no recibe un correo de Israel porque ha dado con información o una llamada de Luis Uriarte para que se coja el coche y viaje al punto kilométrico 386 de la N-5… en plena madrugada.

En el capítulo dedicado a la Portuguesa y la Base de Talavera la Real, se amplia la investigación que ya realizara Iker Jiménez para su libro La noche del miedo. Además, el tema se trató en los distintos espacios comandados por el capitán de la Nave del Misterio. Por supuesto, en este capítulo se hace referencia al libro hermano.

Ya que menciono a sus hijos, de hecho, el libro comienza con el nacimiento de sus hijos y con ello, ese primer contacto que tuvo con el mundo de los niños; por lo que, dado el sentimiento de paternidad, empatizó con aquellos niños, aquellos inocentes que se fueron antes de hora. Esa sensibilidad se refleja cuando ves el respeto con el que se trata a los difuntos que protagonizan los casos. También me llamó la atención ciertas casualidades. al igual que haríamos todo ser racional, tratamos de dar una causa que la ciencia pueda explicar, aunque en el fondo sabemos que no es tanta casualidad ese 622. Nos es familiar cuando se ondean las cortinas atribuirlo a una corriente de aire, pero miramos a la ventana y la encontramos cerrada. Este aspecto también se entrevé en el libro: el autor no verifica ni desmienta nada; máxime cuando tratamos temas de misterio. Muestra y deja que el lector formule sus teorías. Enlazo esto con una frase que escuché del compañero Javier Sierra cuando presentó su libro, La ruta prohibida, en Milenio 3: «Yo no pretendo enseñar nada, tan solo comparto el fruto de mis investigaciones y, con ello, invito a los lectores a que sigan investigando». Es algo que se aprecia en su tocayo, compañero, y autor de la presente obra.

Desde el principio ya te atrapa. Como decía este ensayo recoge una serie de crónicas de su trabajo como periodista, pero, la diferencia está en que lo narra de forma novelada. El autor hace uso desde los propios diálogos y figuras literarias. Además, utiliza el «muestra, no cuentes»; la regla de oro de todo escritor de ficción. Con ello se consigue que te sumerjas en las historias, hasta el punto de sentir a tu lado la compañía de Javier, Aldo, Luis, Clara e Israel (perdón por los que me deje en el tintero). Se te eriza el vello cuando te imaginas a esa aparición o esa puerta que se abre sola, y eso contado por los testigos. Por eso este ensayo/antología de relatos te engancha desde la primera página; primeras páginas que comienza con un prólogo escrito por Aldo Linares.

Podría que decir que hasta aquí la reseña para los que quieran quedarse con estos rasgos generales. Los que somos lectores acérrimos, siempre que nos interese, cuanto más leamos mejor, ¿no es así? Ahora sí que entramos en detalle, aunque como aperitivo para abriros boca (más bien, para que se os haga la boca agua, como fue mi caso hasta que leí este libro). Continua en el blog, cuyo enlace adjunto.
Enlace: https://amlararios.blogspot...
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