Antes, si sentía rencor, se infiltraba en las venas, en los ojos, en el pensamiento. Un rencor insomne. Ya sabes qué es el insomnio. Resulta desagradable, es terrible. Porque todo es presencia. Presencias nocturnas. En las horas silenciosas, cuando el insomnio deambula por las habitaciones, en la tuya se hiela. Y entonces me siento junto a ti. Tienes las teclas muy frías. Después, el alba en la ventana. Me pregunto si la pianista se despierta. Tú eres un caballo de cascos de oro. ¿Qué nos trae a ti y a mí el alba? ¿Ya has elegido tu próxima morada? Me dices que hay tiempo, que no debo tener prisa. No la tengo, Steinway, quisiera seguir así, tú y yo, en la pequeña habitación con el techo pintado con colores pompeyanos. Es como un incendio leve, llamas leves, celestial color de fuego. |