Pálida luz en las colinas

Me vienen a la mente una serie de palabras, efímero, tenue, gris, todos estos adjetivos calzan con la novela corta del nobel, si tuviera que mencionar al menos un verbo me decantaría por susurro, pero creo que la palabra que se lleva la palma es silencio, este libro va de eso, de silencios, los incómodos, los de comprensión y los otros también, esos silencios que el lector rellena con conjeturas para completar los espacios en blanco, lo que los personajes se reservan, lo que el autor decide obviar, los entredichos nunca pronunciados, la interpretación de la mirada tensa, pero sobretodo, el silencio cargado de significado del que calla para ahorrarse problemas, porque no tiene palabras, porque ninguna explicación es suficiente.

Así dejando espacios para el silencio y la luz, Ishiguro da forma a un personaje que va narrando a punta de recuerdos como fue su vida allá en el Japón de los 50's, y como es 40 años después en una Inglaterra campestre; de lo que pasa en ese período de tiempo poco o nada se sabe, lo que sucede con los personajes del pasado solo se intuye y la aparición de nuevos caracteres es más instinto que descripción. Así, mientras todo el entramado va tomando forma, cuando finalmente empieza a vislumbrarse una estructura constante a pesar de la sensación de ingravidez literaria, se te acaba el libro.

Que puedo decir, me ha gustado, es verdad que el tema no es lo suficientemente interesante para mí, y que se presienten más cosas de las que se saben, pero aun así este conjunto de páginas deja entrever el potencial de Kazuo como hilandero de ficciones, un estilo muy marcado y unos personajes que se pueden describir de muchas formas, pero que logran traslucir humanidad con pocas palabras.