La leyenda de Sleepy Hollow

Pese a ser una gran consumidora de todas las reelaboraciones y reinterpretaciones que se han realizado en torno al relato de “La leyenda de Sleepy Hollow”, he de confesar que nunca había bebido directamente de la fuente original que debemos a la imaginación de Washington Irving. En cualquier caso, ha sido una delicia poder disfrutarlo a través de esta edición en tapa dura y con unas ilustraciones que recrean a la perfección la atmósfera que desarrolló el autor en 1820. Más allá de ese terror tan gráfico que posteriores creaciones basadas en el relato han optado por retratar, la historia nos trae esa ambientación romántica (en el más puro sentido decimonónico) cargada de misterio y también de un peculiar sentido del humor subyacente en toda la narración.

Nos situamos en 1784 en el pintoresco asentamiento estadounidense de origen holandés llamado Sleepy Hollow. El peculiar maestro de lugar, Ichabod Crane, comienza a cortejar a la joven Katrina van Tassel enfrentándose así a sus otros admiradores y en especial a Abraham van Brunt quien cuenta con un nutrido grupo de amigos que lo ayudarán a dejar fuera de juego al excéntrico profesor. En ello jugará un importante papel la famosa leyenda del lugar acerca del jinete hessiano que perdió la cabeza durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, y también la sugestión y extrema superstición del propio Crane.

Me han maravillado las descripciones de Irving y la construcción, en tan pocas páginas, de al menos dos personajes tan carismáticos como lo son Ichabod Crane y su rival, van Brunt. Especialmente la descripción del profesor está cargada de un humor muy sutil que se detecta en todo el relato y que me ha sorprendido especialmente, siendo algo muy diferente a lo que esperaba encontrarme. En este sentido debo destacar que posiblemente la adaptación más fiel a la pantalla haya sido la que realizara Disney en 1949 con un cortometraje de animación verdaderamente inquietante pero que captaba muy bien el relato original. Por supuesto la parte en que se narra la cabalgada desesperada de Crane para huir del jinete sin cabeza está cargada de tensión y de un terror genuino que no requiere de descripciones especialmente cruentas o gráficas.

Por otra parte, ese final un tanto abierto (que bajo mi punto de vista no lo es tanto y considero que el autor en todo momento con ese sentido del humor nos hace partícipes de cómo quería terminar su relato) ha sido muy bien recibido por lo que a mí respecta ofreciendo un punto verdaderamente original dentro de la atmósfera de intriga que rodea esta ficticia población de Nueva York. Hay que reconocer que no es una historia larga y con un gran desarrollo, pero es un gran mérito que un relato tan breve con una leyenda que se menciona en muy pocas líneas haya dado lugar a un personaje tan recurrente en el imaginario popular y que haya sido revisitado en tantas versiones. Incluso con esa incertidumbre final que parece dejar Irving, ha conseguido apelar, no solo a la fascinación del buen maestro, sino a la de tantísimas personas que, como la que escribe, han recibido la visita del terrorífico jinete en el inconsciente más sugestionable.