Maravillosa. Conmovedora. Juguetona, ocurrente, vital. No sé hasta qué punto las novelas que tienen Grecia como origen y/o marco comparten estas características, pero me ha recordado a la candidez de Gerald Durrel en la trilogía de Corfú. Llevaba unos meses intimidada por la lectura, pero es uno de esos libros que deberían estar en la mesita de todo el mundo. No solo retrata a la perfección una ciudad y una época: captura en poco más de 200 páginas una perfecta (heroína) abuela. |