Martín es tatuador, su infancia se ha visto marcada por una madre que amaba más las sustancias a la que estaba enganchada que a su hijo. Por lo que para él, su abuela es todo su mundo. Anémona acaba de abrir una cafoteca en su pueblo natal. Su matrimonio ha muerto y ella necesita volver a encontrar su sitio. ¿Qué mejor manera de hacerlo que al lado de los suyos? Café, libros y tatuajes serán la unión entre estas dos almas que necesitan encontrar su camino. ¿Lo lograrán? La historia me ha encantado, a pesar de haber estado tres días día leer nada me lo he leído en un suspiro. Porque la trama te mantiene pegada a sus páginas, del mismo modo que lo hace la manera que Ana tiene de narrar. Los personajes te cautivan mostrando con claridad la evolución en ellos y en los que les rodean. Los secundarios son divertidos como el caso de la hermana, esa que cada vez que abre la boca sube el pan. O de puro amor, como la abuela de Martín, a la que es imposible no coger cariño. Llegas al final de la historia con mil ganas de seguir descubriendo a esta familia de dreamers que ha creado la autora, algo muy necesario en una serie de libros. |