Esta novela está bien escrita y se lee bien, pero no convence. El narrador nos cuenta la historia de 25 años de su vida, desde que conoce a la que será su mujer y a un artista newyorkino hasta llegar a la edad de la jubilación y la ceguera. En el fondo, es la historia de las relaciones que se producen entre dos parejas con un hijo cada una de ellas y todos los avatares que sufren en esos años. ¿Por qué no convence? Primero, por los personajes. Todos proceden del estrecho mundo intelectual de Nueva York: profesores universitarios, artistas, psiquiatras, niños genios y niños malditos que circulan entre Manhattan y Brooklyn. Segundo: porque la escritora en vez de buscar la complejidad en los caracteres, en la trama o en el pensamiento, se sirve de grandes hechos traumáticos: accidentes, muertos y seres perdidos en el mundo de la marginación y la droga para contarnos su historia. La falta de complejidad se compensa con estos grandes acontecimientos. Hay que decir a su favor que en ciertos momentos llega a transmitir de una manera muy profunda el sufrimiento y el dolor, pero solo en ciertos momentos. En general todo resulta muy construido y artificioso. Aunque parezca cruel, yo diría que es una especie de «bestseller para la gente culta».
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