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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
28 November 2017
Decepción muy grande, pero no me pondré melodramática. Cuanto antes empiece antes termino.

Tendría que haber captado las señales de aviso. Que junto a la recomendación del tito King (grande) aparezca la de Paula Hawkins (sí, la de la chica del tren) diciendo que habría que hacer una peli del libro (bien se nota lo que esta señora tiene en la cabeza a la hora de escribir), tendría que haber sido suficiente para que sospechase. Pero no. Vi la portada, leí la sinopsis, me enamoré de ese aire gótico, de la sombría costa de Lancashire... y decidí quedarme con lo que decía el tito King, olvidarme de la Hawkins, taparme la nariz y, privada de oxigeno que me permitiese pensar y razonar, pagar por el libro y llevármelo.

Y la cosa es que la premisa era buena. Buenísima. Un grupo de feligreses católicos, tras muchos años sin hacer su habitual peregrinación a una región conocida como el Loney, deciden retomarla con la esperanza de que la visita al santuario de santa Ana y la semana de rezos, meditación y confesiones, curen a Andrew, el hijo de uno de los matrimonios que participan de esta semana de penitencia y oración. Dejaron atrás esta costumbre después de que el anterior sacerdote, el padre Wilfred, volviese un día conmocionado y trastornado después de un paseo y se negase a volver allí. El padre Wilfred ha muerto, un joven y moderno sacerdote se ha hecho cargo de la congregación, y le convencen para retomar viejos hábitos.

La expedición la conforman el padre Bernard junto a su perro, un matrimonio de mediana edad y sus dos hijos adolescentes (Tonto, protagonista y narrador de la historia, y su hermano Andrew, motivo del viaje en busca del milagro), un matrimonio mayor (hermano y cuñada del fallecido padre Wilfred), y una pareja joven. En un minibús ponen rumbo al Loney, lugar dejado de la mano de Dios, de donde se dice que hay regiones que no han vuelto a ser pisadas desde que arribaron a sus costas los vikingos y donde ni siquiera llegó la destrucción monástica de Enrique VIII por no saber ni que existía esa zona.

La trama va hacia delante y hacia atrás siempre en el pasado, salvo la primera escena y la última que tienen lugar en el presente narrativo de los personajes. Dentro de la parte del pasado, se alternan el viaje al Loney junto con algunas escenas anteriores que tienen lugar en el pueblo de los protagonistas y que nos ayudan a entender a algunos personajes y, sobre todo, lo que pasó con el padre Wilfred, cuya memoria, aun estando muerto, pulula durante toda la historia como un fantasma que condiciona (muy a su pesar) el modo en que debe proceder su sucesor, el padre Bernard.

Cuando llegan al Loney, las descripciones de aquellos páramos sombríos, la lúgubre ambientación, los vecinos hostiles y misteriosos que aparentemente no quieren forasteros rondando por allí (o que son raros, sin más)... el autor comienza bien. de veras. Comienza bien. Pero luego no sé qué pasa que... no pasa nada. Básicamente. Creo que es la única manera de definirlo. No sé en qué queda ese comienzo, esa preparación, esa anticipación de que algo va a explotar, porque no explota nada. Cada vez que comienza una escena en la que crees, esperas, intuyes que algo puede pasar... esperas en balde. de hecho recuerdo una escena concreta que tratándola bien, con verdadero manejo del suspense, era un bombón... y no pasa NADA. El autor crea un ambientación fantástica que conduce hacia la nada más absoluta. Nada, no sé si lo he dicho. Nada de nada. Y sí, una buena ambientación es un pilar imprescindible en una novela que quiere calificarse como gótica o de suspense, pero eso hay que saber sustentarlo por algún sitio. Debe tener un propósito, estar encaminada hacia algo. Y sí, lo está, el propósito está claro, pero jamás se alcanza. A mí me ha dado la sensación leyendo el libro de que Hurley lo tenía todo en la cabeza, pero que no ha sabido plasmarlo en papel ni con la suficiente fuerza ni con la necesaria intriga (y me dan igual todos los premios del mundo que le hayan dado). La sensación como lectora de estar esperando constantemente que pase algo que nunca llega es bastante frustrante.

Cuando comienza el libro, además del misterio que encierra el Loney, mi interés radicaba principalmente en un personaje, Andrew, porque lo que conocemos de él al principio, en su edad adulta, no tiene nada que ver con lo que sabemos de él cuando nos están narrando su adolescencia, parte troncal de la narración. Y eso también es un buff considerable. Yo no quiero que me lo den todo mascadito, pero a ver, si toda la narración tiene como finalidad ese momento, esa circunstancia, ese instante... qué menos que ahondar algo, lo que sea, en ese tema. Sí, sabemos lo que pasa, las consecuencias, lo que cambia después de eso y gracias a lo que se consigue, pero el autor nos escatima absolutamente todo lo demás, todo lo relacionado con esa situación... todo lo que rodea a esa casa queda sin explicar. Abre incógnitas, muchas, y no cierra ninguna. Y si no evitase siempre spoilear los libros, os las enumeraría una detrás de otra. Son unas cuantas.

Así que, por resumir un poco mi percepción del libro, podría definirse como la espera constante de algo que justifique la fama que tiene. Y de verdad que he leído el libro de cabo a rabo esperándolo, pero mientras pasaba las páginas, la sensación de globo que se desinfla hasta quedar totalmente espachurrado es lo que mejor define la cara que se me quedó al terminarlo. Tiene personajes dignos de las mejores novelas de terror, como la odiosa madre de esos niños, cuyo fanatismo religioso pone incluso en peligro a su hijo menor sin importarle nada lo más mínimo, y que acosa sin descanso al padre Bernard con su mente cerrada y anclada en el pasado. Eso, junto con la ambientación en el Loney, con unos vecinos creepy, con el apasionamiento enfermizo por la religión, con una leyenda sobrenatural que ronda sobre una de las casas... No dejo de pensar lo que hubiese hecho el tito King, por poner un ejemplo, con todas estas premisas, pero de nada vale fantasear. Se hizo cargo de ellas Andrew Michael Hurley, y así nos luce.

Supongo que no hace falta repetirlo en cada reseña pero esto es solo mi opinión, y estoy segura de que mucha gente disfrutará de esta historia (de hecho, supuestamente mucha gente ya la ha disfrutado. de hecho, más supuestamente aún, está considerado un clásico moderno), y las cosas que a mí no me han convencido para otros lectores no supondrán ningún problema. Pero vamos, que a título personal me veo incapaz de decir lo contrario a lo que he dicho: terminé el libro con la sensación de que no había leído nada, me faltaba historia por todas partes.
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