Sumisión

Malinterpretada, la obra de Houellebecq es calificada, a menudo, de retrograda y como mínimo de polémica. Muchos son los que han calificado a «Sumisión» como la más mediocre de las novelas del autor francés, cuya publicación coincidió con el atentado a la revista Charlie Hebdo en París, en el 2015. Hay quien argumenta que su trama es tediosa, carece de verosimilitud, es islamofóbica, racista y misógina, puesto que no cuenta con la reacción de las mujeres a un supuesto auge de los partidos islamistas en occidente y éstas aparecen constantemente cosificadas.
Supongo que pierden de vista que “Sumisión” es una distopía satírica y moralista, muy próxima por la temática política y la atmósfera opresiva, al universo de “1984” de Orwell o a un “Mundo feliz” de Huxley, y por tanto, como éstas obras, es una ácida crítica social, un grito desgarrador contra las élites y las creencias religiosas, que Houellebecq pone en boca de François, su personaje principal, un catedrático de literatura en la Sorbona de París, especializado en Huysmans, que asiste con estupefacción al ascenso y toma de poder de un partido político islamista en Francia y más tarde, por extensión, en toda Europa.
Como todos los personajes de Houellebecq, el protagonista de la novela, François, es un hombre frustrado, deprimido, resentido con el mundo. Se siente un fracasado, más cercano al pensamiento nihilista y hedonista que otra cosa, llegando a afirmar que “la cumbre de la felicidad humana reside en la sumisión más absoluta.” Porque “Sumisión” es también una crítica al individuo fruto de la sociedad occidental, ese individuo vacío, de clase acomodada, decadente, carente de valores, consumista, hastiado de todo, infeliz en suma. A través de Françoise y su caracterización como educador, Houellebecq reflexiona también acerca de la importancia de la literatura y la ficción, así como de la educación, pues “quien controla a los niños controla el futuro, punto final.”
Lo cierto es que el panorama que se describe en “Sumisión”, ese auge del fanatismo religioso y el patriarcado más feroz, pone los pelos de punta, y vale la pena que reflexionemos sobre ello para que esa posibilidad continúe limitada a lo inverosímil, a la ficción…

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