Magma

¿Magma o volcán? Si tiramos de imaginación y proyectamos en nuestra mente la imagen del magma, podemos llegar a pensar que la elección del título del libro nos remitirá a una violencia sosegada, contenida en el grumo de aquello que arde en lo más profundo de nuestro ser.

Pero si leéis esta novela, el magma pasa rápidamente de contención a explosión.

Es increíble que con la cantidad de textos que puede haber escritos sobre relaciones de poder, abusivas, destructivas y toda la ristra posible de adjetivos que encadenan sus significados a la acción del amor (sustantivo cada vez más abstracto e incomprensible), todavía podamos sorprendernos por la urgencia y la necesidad de hacerlos llegar al mayor número de personas.

Más allá de que como ejercicio literario sea más o menos acertado, lo que siempre me fascina de estas novelas es el proceso de cuestionamiento que nos provoca. Es decir, ¿podemos llegar a ver estas relaciones como ajenas y lejanas porque nunca nos ha ocurrido nada parecido? ¿las tomaremos con mayor consideración si aunque fuera por un instante nos viéramos reflejados en lo que nos cuentan?

Es más, si en unas preguntas podemos coincidir los lectores es en las siguientes: ¿por qué si Lilja, su protagonista, es consciente de lo peligroso de su relación permanece en ella? ¿por qué antepone la seguridad del terror a la incertidumbre de la libertad?

Cada cual tendrá su propia respuesta. al igual que existe la manida frase de “cada relación es un mundo”, yo creo que cada violencia es la misma, es un mismo germen, es un fuego igual de letal independientemente de su forma. Es una violencia de siglos, en la que alguien pisotea las brasas de otro alguien hasta que solo quedan las cenizas.

Está claro que la disposición del texto ayuda a la crudeza de su mensaje: escenas breves y lenguaje directo. Un potente cóctel que convierte el tiempo de esta lectura en un par de horas, pero qué horas.
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