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El propio arranque de este thriller ya nos atrapa de lleno con una intensidad que va a ser la tónica general a lo largo de toda el libro. Se inicia en la sala 67 del Museo del Prado, con la aparición de un cuerpo brutalmente mutilado emulando la representada en el cuadro de Goya " Saturno devorando a su hijo", a los pies del cual se encuentra el cuerpo. La obra del magistral pintor también ha sido destrozada, y es a partir de este tenebroso escenario desde donde la autora inicia una historia en dos tiempos y en dos lugares: la España actual y la Venecia del siglo XIX, que tienen como único hilo conductor la obra de Goya, y más concretamente sus llamadas pinturas negras. El ritmo de la acción es bastante rápido y las dos tramas se van sucediendo e intercalando de tal manera que mantiene la intriga y el interés del lector por descubrir cuál es el nexo de unión entre ambas, casi hasta el final. En cuanto a los personajes,en la novela se mezclan personajes reales con personajes de ficción, pero en cualquier caso muy bien perfilados según el efecto que la autora quiere conseguir. Así por ejemplo, combina personajes envueltos en un halo de misterio como es el caso de Ada Adler, quien desde el principio nos provoca rechazo y desconfianza, con personajes como el inspector Bernardo Vera, quién se muestra tal y como es desde un principio. En mi opinión, es en definitiva una novela que se disfruta no solo desde el punto de vista literario, si no que también despierta la curiosidad y el interés por seguir profundizando en la obra y vida tanto del genial pintor como de esos otros personajes reales menos conocidos que en ella aparecen. Asimismo invita a continuar investigando sobre la leyenda de la existencia de esa décimo quinta pintura negra que da título a la novela. |
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