El don de la siesta

¡La bendita siesta! ¡Qué necesaria pero incomprendida por muchos! Sobre “el arte de la siesta” ha llegado a las librerías este librito editado por Cuadernos Anagrama y escrito por Miguel Ángel Hernández, profesor de Historia del Arte -mi antiguo profesor, que siempre me gusta recalcarlo y recordar esos días de estudiante con nostalgia- y autor de varias brillantes novelas que ya os he compartido anteriormente.

¿Siesta sí o siesta no? A diferencia de lo que se creía antes o cómo es visto este acto de desconexión por los no españoles, la siesta no es una pérdida de tiempo, no supone malgastar las horas del día. Como se pone de manifiesto en este ensayo con notas personales, los beneficios de dormir la siesta no son pocos. Y no porque lo diga Google, -probad a buscar ‘siesta' y leed la de artículos en blogs y medios que alaban las virtudes de esta costumbre tan nuestra- si no porque si este hábito de la época romana (descansar a la hora “sesta”) ha llegado a nuestros días… ¡por algo será! Dormir se ha convertido en uno de nuestros últimos reductos de libertad; una vía de escape que, en estos tiempos, se hace necesaria. Dormir significa huir de la realidad con la esperanza de que, con suerte, al despertar todo hubiera pasado.

En ‘El don de la siesta' Miguel Ángel reivindica la “siesta como vicio, como placer culpable, insano, casi prohibido. (…) como un momento de reencuentro con el cuerpo cansado, real, abyecto (…)”.

Yo digo sí a todas las siestas, a las exprés, a las de “pijama y orinal”, a las intermitentes en el tren, a las ansiadas de los viernes, a las familiares… Todas tan necesarias y tan particulares.
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