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Mirando al mar nos cuenta la historia de Tania y Miguel, ambos residentes en Madrid, pero cuyas vidas confluyen en Soller. Es una novela ligera de lectura fácil y amena. He de decir que no soy fan de la romántica, sin embargo, esta novela la he leído completa en dos días porque sabe captar la atención del lector. Seria una lectura ideal para salir de un bloqueo lector o para pasar el día tirado en la playa; ese tipo de libros que sirven para desconectar. La autora sabe como mantener la atención del lector con una narrativa dinámica y fluida sin abusar de los diálogos. Se emplea un lenguaje accesible y coloquial toda la novela, por ello desentona fuertemente el uso de palabras malsonantes en determinados momentos. A título personal no soy partidaria del uso de estos términos porque se requiere de especial maestría para encajarlos con propiedad. Dentro de que la historia está llena de acontecimientos que no dan ocasión al lector a aburrirse, hay dos que han llamado mi atención por parecerme perpetuadores del machismo como son la normalización de las agresiones de los niños hacia las niñas amparando este comportamiento bajo la excusa de que a estos les gustan y, pro otro lado la estigmatización del hombre que se hace cargo del hogar y los hijos mientras la mujer es quien lleva la carga económica. Para terminar, hablaré del final, puesto que ha condicionado la evaluación de la obra. Durante toda la lectura me debatía entre el 3 y el 4 sobre 5 para puntuar esta novela, pero el final, las últimas 15 páginas, donde se da un giro de 180 grados buscando un final atípico del género, me ha dejado con una gran sensación de vacío y la impresión de no haber sacado nada de la historia, motivo por el que finalmente, le doy un 2, haciendo hincapié en la destreza de la pluma de la autora. |
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