A fuego lento

Sin duda la premisa de la que parten la mayoría de las novelas policiacas o de misterio es poner en el foco de la acción un cadáver y rodearlo de varios sospechosos. A fuego lento usa esta misma fórmula pero la habilidad que tiene la autora para dibujar unos personajes complejos e interesantes es sin duda la gran baza de una novela que sin tener demasiados giros de guión logra que la atención del lector no decaiga.
La investigación sobre el asesinato de un joven en una casa flotante trae a escena como sospechosas a tres mujeres que en principio no parecen tener nada en común, sin embargo todas han tenido alguna relación con el fallecido y a tenor de las pruebas cualquiera podría serla culpable. A fuego lento se centra sobre todo en las heridas sin cicatrizar que fueron causadas por hechos del pasado y que se resisten a pasar página. Así estos personajes irán desvelando la pesada carga traumática que los acompaña hasta hoy, en la que las emociones, los remordimientos y sobre todo las acciones condicionadas por ese pasado nunca dejan de estar presentes.
Una novela en la que la investigación policial permanece casi en un segundo plano para centrar la atención en la propia psicología de los personajes, a los que pondrá en el punto de mira varias veces a lo largo de la novela, en un hábil juego de despiste en el que será difícil posicionar al lector empáticamente con uno u otro personaje.
Si bien la tensión no crece a un ritmo demasiado alto, sí que es una constante la intriga y el misterio con el que la autora reviste a un buen puñado de personajes de los que el lector no deberá fiarse, en una historia que se va volviendo cada vez más trágica conforme vamos conociendo el pasado de algunos y habrá que esperar hasta el desenlace final para saber si nuestras sospechas albergadas durante la lectura han sido acertadas.

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