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Crítica de lector_salteado


lector_salteado
10 May 2020
Un fluido venenoso, invisible, indiferenciado, que acecha, ataca y mata. Penetra por cualquier hendidura que encuentre. O la genera para poder entrar y destruir. Es la muerte que prolifera como la vida en un orgasmo exponencial. Así es la condición humana que intuye Harwicz. Dionisíaca, homicida, implacable, aunque esté bajo siete llaves en la mayor parte de nosotros, los decentes, la sociedad civil, los ajustados al orden social. Como el estado de naturaleza de Hobbes. Como Adán y Eva expulsados del paraíso en el prólogo de esta masacre que es la historia de la humanidad. Por eso sus temas son terribles, por eso su narración tiene que ser breve, entrecortada, insoportable. Por eso intoxica como un mal viaje. Pero son esos mismos infiernos los que marcan el talento de Harwicz. Algo pudo ver. Claro que nadie puede saber si es verdad lo que vio. La visión mística de otro es de otro. Y es una visión. Su talento está en que logra escribirla. O que se escriba sola. Maquinal, “Lo que escribe uno no lo escribe” (p. 91) dice el degenerado con gramática rota. Es un verso infernal. Es la voz rusa que habla en la literatura de los formalistas. Harwicz satura su narración de versos en prosa que cortan cualquier continuidad, pero a la vez la sostienen. Son sus número primos o sus cortaduras de Dedekind. El final del libro casi lo arruina. No hacía falta esa frase porque ya estaba dicha. En la monstruosidad del degenerado y en la forma. Con fondo negro y letras rojas y música atonal, “Si ahora mismo empezara a matar gente no quedaría nadie vivo” (p. 124). Hacía falta algún remate, Ariana, pero quedó un poco teenager.
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