La Plegaria de la Calle: El Legado del Hierro Negro - 1

-Idge dice que hay momentos en los que es posible una revolución. La mayor parte del tiempo, tanto el pordiosero más pobre como el Patros en su trono dorado forman parte de esos engranajes controlados por esas energías invisibles y, si vamos contra ellos, nos aplastarán. Pero hay momentos en los que las cosas pueden cambiar, cuando las energías se equilibran y la gente, los individuos, puede marcar una gran diferencia. Pueden... realinear las cosas. Rehacer el mundo.

El único idioma verdadero es el del alma, y ese es uno que los humanos solo son capaces de hablar después de su muerte.

Hasta ahora se pensaba que no se podía matar a los
dioses, solo menoscabarlos. La muerte estaba reservada a los mortales. Pero eso se acabó.

Guerdon estaba lista para el cambio. El antiguo orden empezaba a fundirse, y nosotros fuimos los que nadamos en el deshielo.

El orgullo y la ambición son como el fuego: solo hay que alimentarlos un poco para que se propaguen.

Las calles le han enseñado que las cosas más simples siempre tienen complicaciones inesperadas.

Nunca se mete en problemas, son los problemas los que la encuentran a ella.

Guerdon siempre ha sido un lugar en tensión consigo mismo, una ciudad construida sobre sus antiguas encarnaciones y que se niega a aceptarlas, una ciudad que se esfuerza por ocultar sus errores del pasado y mostrar al mundo un rostro del todo nuevo.

Hay mucho más debajo de la ciudad de lo que sus habitantes pueden llegar a imaginar. Los que viven en la superficie son poco más que insectos que se arrastran por la piel.

El orgullo y la ambición son como el fuego: solo hay que alimentarlos un poco para que se propaguen.