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Pues con la lectura de este libro ya puedo decir que he leído de todo en la vida. Es una autobiografía que afecta a todos los sentidos: el olor, es maravilloso, como la de pinturas al pastel de mi infancia, que me ha hecho activar las papilas gustativas; la portada, con trocitos en relieve que es un gustazo sentir en la punta de los dedos y la vista por todo lo que tiene dentro. Cierto que no ha sido amor a primera vista, al abrirlo me dio la sensación de estar comenzando un libro de plástica (arts, en este presente tan políglota) para niños pequeños. Agradezco profundamente a Masa Crítica haber sido destinada para conocer a esta magnífica persona, estupendo dibujante y amoroso hijo, marido, padre, al que no tenía el gusto de conocer, ni de oídas. Una vez que he conectado con lo que me estaba contando y su manera tan peculiar de contarlo, he disfrutado de cada página doblemente, una, leyendo (cosa que se hace rápido, tiene muy poco texto) y otra, fijándome en el detalle de cada dibujo, de cada trazo que no se ha dado por azar, me ha parecido cosa de magia. Mirando las ilustraciones, parece fácil plasmar una cara con cuatro rayas, pero desde el punto de vista de una negada para las artes, os puedo asegurar que no lo es, y ya ni hablar de las que tienen más detalles o colores, me parecen tan asequibles como un viaje a Marte. Hay muchas frases que me han encantado, porque desprenden, sobre todo, amor, se nota cuando habla de sus padres, de su hijo, sobre todo en la parte que dedica a los residentes de un hogar para la tercera edad. Sé que es un libro muy particular que no le gustará a todo el mundo, pero es que me encantaría que tuvierais las sensaciones que yo he tenido, como antes dije, usando todos los sentidos. Así que, si tenéis oportunidad de tocarlo, olerlo, echadlo un ojo, no la desperdicies. |
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