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Crítica de fatimaromeroalvarez


fatimaromeroalvarez
07 October 2021
En España un hombre se declara culpable de haber matado a cuatro niñas, cuyos cuerpos aparecieron en distintos puntos de la geografía, con una característica en común: tenían la cabeza rapada.
En EEUU hay una localidad aislada para evitar que sus habitantes (N) contagien de un virus del resto del mundo. Clevencetown tiene sus propias leyes, las tres principales la definen: no se puede salir, no se puede tener contacto con el exterior y hay un permanente toque de queda que se inicia a las diez de la noche. También tiene su leyenda propia, la cual los tres miembros menos viejos (Kyle, Eleanor y Korine) desconocen, con el agravante de que contiene el germen del horror que se está desencadenando de forma insidiosa.
He de reconocer que se me escaparon tres PUF al principio: el primero por el tipismo de las niñas asesinadas, el segundo por la idea de pueblo USA bajo una cúpula. Pensé que estaba en la convención de lugares comunes, casi abandono, doy gracias al fenómeno de inversión psicológica por mantenerme dentro de la novela.
No conozco a Daniel G Segura y, aunque lo conociera, no gritaría el adjetivo exclamado que se me ocurre, en público. Yo me tengo tenía por una lectora avezada, en posesión de las claves del género, me he ido comiendo, una tras otra, las bolas del malabarista descubierto como prestidigitador.
El señor Segura escribe Phurya en primera persona del pasado. El protagonista cuenta al lector su periplo. En ocasiones se atreve a hablarle directamente. Rompe la cuarta pared literaria para hacer algunas indicaciones que tienen el efecto de dar vivacidad y aflojar la tensión psicológica, justo cuando se necesita un repecho en la escalada de tensión.
En la historia, Kyle, narrador y sufridor, sufre las consecuencias de verse en la confluencia de un extraño plan para derribar el statu quo del pueblo (un inciso: el que la novela esté escrita antes de la pandemia, por cómo cuenta lo del virus y las normas, da puntos de clarividencia) y unos espectros vengativos deciden que la hora de la Phurya (justicia diabólica) ha llegado.
El principio es pura parsimonia, descriptivo por necesidad de ponerte en el tablero para que empiece la partida y empezar el hipnotismo (debería poner un aviso, o algo) subyugante: te arrastra hacia arriba, en la tensión, y hacia abajo, en la perdición
Cuando llegas a la mitad la novela suena una nota mayúscula. Con una escena, que llamaré la del doble fondo por no destripador, sublime en forma, contenido y capacidad evocadora; cruzas el umbral de la perdición.
Justo después la noticia de las niñas asesinadas en España (personalmente, había olvidado esa parte, pensé que era de otro libro) reaparece y la historia se convierte en un ¿quién lo hizo? Como si no tuviéramos suficiente.
A partir de ahí, con cada giro, cae un telón y cambia el tipo de novela: el misterio, da paso al thriller, que se convierte en slasher, que resulta una de conspiración, vuelta al terror sobrenatural, …
Empiezas la novela con una ceja levantada y la terminas con ambas, de asombro mayúsculo. Cierras la novela (apagas el Kindle), aplaudes e insultas, por última vez al escritor.
Como curiosidad, en el pódium de términos: «llave» aparece 32 veces, «pasillo» 40 y «puerta» 131
¿Intentará decirnos algo el señor Segura?
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