Las edades de Lulú

Sabemos que es una novela erótica, en la que destacaría que se nota la época post-franquista en la que ha sido escrita. Para mí los ochenta a nivel de despertar sexual fue una etapa muy adolescente, como cuando en clase hablan de sexo y todo el mundo se pone serio para mostrar que ya es grande, y hay algunx atrás que suelta una risita espontánea. Ese momento de tener un pie en la infancia y el otro en la edad adulta, en el que todo es desgarbado y un poco fuera de tono o exagerado. En un momento donde había que cruzar límites porque sí, porque así mostrabas que eras liberada y eso de ir descubriendo a una misma significaba otra cosa distinta a lo que puede significar hoy en día. Para mí los ochenta fueron así.
Me pareció interesante que Lulú tuviera la misma fantasía que los hombres, pero en mujer. A ellos les gusta (o a juzgar por los contenidos de las pelis porno) ver a dos lesbianas juntas y a Lulú le gusta ver a dos gays montándoselo.
Y, hablando de pelis porno, recuerdo cuando era adolescente que había salas X, y no eran muy exigentes a la hora de exigir el carnet para comprobar la edad. Hoy en día, ese concepto de cine sala X resulta un poco extraño, casi perverso, pero por lo que tiene de ingenuo y sucio al mismo tiempo.
El personaje de Pablo me cae un poco mal. En su día vi la película y me acuerdo que no me gustó. Supongo que por eso me seguía molestando en esta ocasión. Y Lulú tiene más interés que las protagonistas de otras novelas eróticas contemporáneas de cuyos nombres nombres no quiero acordarme. Por ejemplo, busca conocerse y su lugar en el mundo y eso se refleja en el hecho de que viene de una familia muy numerosa en la que nada es suyo y todo es de todxs, pero donde se siente muy sola, sin un espacio propio. También me gustó la imagen recurrente de la persona sometida como el corderito de Norit con el lazo rojo en el cuello. le dio un toque pop, y esos son los detalles que me gustan encontrar en las narraciones.
Me gustó releerlo porque me situó en otra época y pude reconocer pinceladas aquí y allí de un bagaje cultural compartido, como, por ejemplo, “El último tango en París”.