El viaje de la libélula

Dos hilos temporales cercanos (1905 y 1940) y Elsa y Blanca Amat al frente de ellos. Sus historias están separadas por cuarenta años pero unidas por una tradición familiar y su espíritu emprendedor. Las dos orfebres viven una época en la que ciertos empleos, y el éxito y reconocimiento dentro de ellos, están destinados a los hombres y en la que la creatividad no está bien entendida.

Si tuviera que dar mi opinión sobre El viaje de la libélula en una frase diría que me ha dado mucho más de lo que esperaba. Porque es mucho más que una historia de mujeres luchadoras que no renuncian.

Y lo que en principio creía que iba a ser una novela más de empoderamiento femenino, de reconocimiento a las mujeres de otro tiempo que lucharon por derribar barreras (de las que por cierto disfruto mucho) se ha convertido en una novela que he exprimido de principio a fin por las temáticas que pone sobre la palestra.

Gracias a su ambientación he podido descubrir la Cataluña anterior a la guerra civil española en comparación con la de la posguerra. La vida de Elsa poco tenía que ver con la de Blanca. Una, disfrutando de su buena posición dentro de una familia de joyeros de éxito en tiempos que poco auguraban que se sobrevenía la I Guerra Mundial y una guerra civil. La otra, sobreviviendo en tiempos de cartilla de racionamiento y contemplando con tristeza los restos de aquellos años en los que Joyerías Amat era una referencia dentro del gremio en Barcelona.

También gracias a esa ambientación conocemos el Amberes del reinado de Leopoldo II, un rey controvertido por su actuación en la colonia de El Congo y su matrimonio con una prostituta a la que colmó de caprichos. Con estos antecedentes tan interesantes, Leopoldo se convierte en un personaje más de esta historia y de su mano, junto con otros protagonistas, conocemos la terrible explotación de las minas de diamantes en el Congo Belga, terrible por las condiciones infrahumanas a las que estaba sometida la mano de obra indígena. Marta Gracia Pons aborda con mucho acierto este episodio de la historia europea, entrelazándolo con la trama de la novela de un modo muy ameno.

Pero no solo entrelaza este episodio, también la II Guerra Mundial y los campos de concentración tienen su mención en esta novela, y no son únicamente el telón de fondo del hilo temporal de Blanca, sino que también contribuyen a su manera al buen desarrollo de la trama. La tradición joyera de los judíos y su persecución por parte de los nazis son otro punto acertadamente abordado y entrelazado.

Así que sí, Elsa y Blanca nos enseñan que las segundas oportunidades existen, que nunca hay que dejar de luchar por lo que nos hace sentirnos felices y realizados, que reinventarse siempre es posible... Que la lealtad y el amor, de cualquier tipo, es importante y que hay duelos que cuesta superar. Nos enseñan todo eso dentro de un marco espacial y temporal inigualable.