Nostalgia de la luz

Sobre Nostalgia de la luz

Al terminar de leer esta obra, me queda un dejo de extrañeza. Los relatos son breves y plantean algún acontecimiento que, en mi opinión, no llegan a un desenlace, por lo menos no en la forma tradicional. Por supuesto, esto significa que el autor pretende mostrarnos un mundo enteramente subjetivo, de eso no hay duda; pero sobre los mecanismos que usa para hacerlo causan, en mi opinión, un desconcierto, ya que no es muy fácil seguir el hilo narrativo.

Estas dificultades pueden deberse básicamente a dos supuestos: 1) nuestro bagaje como lectores no alcanza a percibir el trasfondo que hay en la obra, y 2) la escritura en sí misma –por lo menos en esta obra, ya que desconozco el resto de la producción literaria del autor–.

De la escritura cabe aclarar que no es que sea rebuscada sino que utiliza palabras que no forman parte del léxico común. Esto quiere decir, sin duda, que el autor conoce y maneja con fluidez la lengua, de la que se sirve para dar a sus narraciones las características ya mencionadas.

De las diez narraciones que componen este libro, la que me pareció mejor es la primera, titulada “Alumbramiento”. Que sea la primera no es fortuito, como tampoco es casual el título del libro, que evoca el sentimiento por el origen, por lo primigenio. A modo de emulación –y fusión– de ciertos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, tenemos una historia sobre una mujer que es preñada por una divinidad, la cual le da ciertas órdenes que la protagonista no cumple. El lector intuye –por las reminiscencias culturales– que a partir de la desobediencia de Calínica (la fecundada), las tribulaciones –que aquí no serán reveladas– caerán sobre ella.

En términos generales, hay en el libro ecos bíblicos o, en su defecto, mitológicos. Los personajes que desfilan por las narraciones se sienten etéreos pues lo que parece ponderarse más es la descripción de las atmósferas que de los protagonistas. En este sentido, creo percibir en esta obra lejanos ecos del extraordinario escritor José Antonio Ramos Sucre, aunque este era mucho más breve en sus prosas poéticas.

No soy muy partidario de obras experimentales o que están muy cerca de serlo, ya que eso implica, en la mayoría de los casos, que el lector que no entienda una obra así, es culpa de él mismo y no del autor –de aquí el subjetivismo–. Pero no hablemos de culpas, sino de experiencias lectoras. En esta obra extraña, con ecos mitológicos y de atmósferas surrealistas, lo que encuentro más destacable es, como ya dije el empleo de la lengua manifestado en la escritura.

Borges decía que si un libro nos parecía tedioso, lo dejáramos, ya que no ha sido escrito para nosotros. Nostalgia de la luz es un libro de los que necesitan más de una lectura, pero para entenderlo. Tal vez soy yo el que no entendió la intención del autor, tal vez es el libro por las razones ya apuntadas. Cualquiera que sea la razón, es seguro que este libro tiene o tendrá sus lectores.