El desamor que jamás viví

Aún recuerdo cómo era el amor durante la adolescencia. La mía. Y el desamor. Qué desgarro tan profundo e inesperado. Quizá los primeros versos de muchos brotaran de esa herida. Y otros sirvieran de tirita, de apósito que protegiera mientras el tiempo cura. Mientras el alma, las risas, las amigas, los paseos, los suspiros y el mar curan.

He leído El (des)amor que jamás viví (Montena, 2023), de Olga González con K., la hija de mi mejor amiga, que hace unas semanas estrenó sus dieciséis. Entonces, le envié "Dieciséis libros para leer a los dieciséis", con una nota para cada obra. Como los ha terminado, nos han dado permiso para realizar esta reseña conjunta.

«¿Por qué no hay más poemarios con todas las páginas en negro?» A mí no me disgusta la edición, pero dejaría de ser original si todas fueran iguales. Asiente. «El amor no es exactamente como aparece presentado. Mi novio está en otro continente, con una beca, y yo no estoy preocupada». le pregunto si alguna vez le han partido el corazón. Lo piensa unos instantes. «Nunca me han dejado, pero ha habido chicos a los que no les he gustado. Sé que las historias se acaban. Mis padres llevan divorciados desde que tenía meses, así que no creo que nada dure para siempre».

Le indico que, en ocasiones el amor sí dura para siempre, aunque solo uno ame. Aunque ame en silencio. «También son ganas de pasarlo mal, ¿no?» ¿Y si no hubiera alternativa? El amor a amar obliga, ¿no? «Ese sería el amor de antes. Ahora el amor es rápido, dura un rato y no duele cuando termina. Porque todo termina». Entonces, la poesía es... «el recuerdo de lo que fue. Y si es muy antigua, la arqueología».

Para superar una ruptura hay que pasar por distintas fases y, desde luego, que te importe que esa relación se haya roto creo que es clave. Después de un valle de lágrimas, uno empieza a quererse solo, a quererse mejor y a quererse más. «Es muy bonito lo que dices». le doy las gracias a K. «Si un día me dejan, ¿me darás libros para que se me pase?» Sí, K., te daré libros, te haré un nido con las mantas del sofá y te acariciaré el pelo. «Y me leerás estos poemas». Estos poemas y muchos más. Porque las palabras también curan.
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