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Cuánto debemos agradecer a Helena Paz Garro, hija de la autora, que salvara de las llamas el manuscrito de esta novela. Una novela magistral en la que Elena hace magia mediante el lenguaje, las descripciones y el narrador. De la trama no quiero hablar demasiado porque lo mejor es que el propio pueblo mexicano de Ixtepec, desde lo alto y bajo un sol de justicia, os lo cuente todo. Conoced a través de su voz a unos personajes femeninos fuertes que, casi sin darse cuenta, marcarán los acontecimientos de la narración; descubrid los amores, las pasiones y la traiciones que se esconden en sus calles y en el Hotel Jardín; y aprended historia mexicana entre revolucionarios, militares y cristeros. Mientras tanto, la autora os hará reflexionar sobre el poder redentor del teatro, la idea del tiempo detenido –Rulfo y Comala resuenan entre líneas– y en si es posible romper la repetición cíclica de la historia. Yo no sé si Garro fue o no la precursora del realismo mágico – tampoco a ella le interesaba serlo–, pero sí sé que ha sido una autora injustamente olvidada y que merece ser conocida por la calidad de su obra y no porque una vez fue la mujer del señor Octavio Paz; quien, por cierto, abrumado por el talento de su mujer, le rogó que no publicara «Los recuerdos del porvenir». Espero que la historia de la literatura coloque a la autora donde se merece. |
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