El lector de cadáveres

Cí Song, protagonista real de esta ficción histórica, cumple a la perfección el cliché del personaje al que le ocurren todas las desgracias disponibles en el amplio catálogo de la China medieval del siglo XIII.

A pesar de estar muy trillado el héroe humilde sin capa frente a un sistema corrupto, clasista y codicioso, El lector de cadáveres tiene la novedad de los inicios de la medicina forense y los deliciosos detalles de charcutería fina, cuerpos mutilados, larvas, gusanos y putrefacción.

Es importante avisar, pues aunque para mi esto sea como darle torreznos de comer al cerdo, existen estómagos normales, que puedan sentir cierta aversión en las descripciones de las autopsias.

Antonio Garrido forja un thriller histórico sencillo donde sin embargo, ofrece al lector una ambientación muy elaborada de una cultura muy distinta a la nuestra en cualquier época que se compare.

Más que hablar del argumento en sí, que con lo dicho es suficiente, es mi deseo valorar otras cuestiones que llamaron mi atención por puro desconocimiento.

Las leyes confuncias no permitían a un acusado disponer de abogado defensor siendo el propio reo quien tuviera que ejercer como tal.
Además, no se podía dictar sentencia culpatoria a menos que el acusado confesara su crimen.
Para ello, la "fiscalía" tenía a su disposición sutiles técnicas para convencer al imputado sobre la idoneidad de no demorar su confesión en el tiempo.

Torquemada (santo varón) al lado de estos orientales fue un parvulario.

La obra es un "exótico" viaje a través del tiempo donde conoceremos el bello arte del hurgar en los muertos, sus primeras técnicas y sus no menos curiosas herramientas.
En una época donde la tecnología brillaba por su ausencia, y CSI no se había estrenado en televisión, solo quedaba lugar para la pericia, la observación y la exquisita inteligencia.

Que no cunda el pánico. Garrido nos lo pone fácil. Tanto los procesos de investigación como las múltiples y fascinantes referencias al universo que rodea a la novela están escritos de forma clara, dinámica y entretenida.
Incluso tiene la habilidad de que muchos de los personajes sean nombrados por su significado encontrando a "Astucia gris" "Cereza" o "Tallo de Jade" ( este no es un personaje, pero me encanta) en lugar de "Chao chochín" "chaido lallú" o "miglan pilila" nombres, estos últimos, que a buen seguro nos hubieran creado cierto desasosiego.

Me sorprenden para bien estos autores que, careciendo de información sobre el actor principal, bucean en pliegos y legajos para ofrecernos una recreación creíble de un pasado perdido.

Una novela con buen pulso narrativo, original en su temática que debe ser leída en horarios ajenos a las comidas y sus digestiones.

Salvo que te vaya la marcha, claro.