De la boca de un león

Hay obras que colocan al lector en un estado de tensión del que no puede -ni quiere- escapar, porque necesita nadar hasta lo más hondo, a pesar de la presión. Y encontrar en lo más profundo las verdades ocultas que siempre han brillado al sol, pero que tantos silencios habían convertido en cacharrería.

De la boca de un león (Edelvives, 2022), Inés Garland, nos presenta a Tadeo, un niño de catorce años que está ya cruzando el umbral de la adolescencia y entiende de su entorno poco. Más bien, nada. Y, en una familia en la que nadie habla, él tiene un montón de preguntas. le gustaría saber qué pasó con su hermano Jano, por qué su hermana Lucrecia está loca, quién es Leo, dónde está Chiqui y cuál es el motivo para que su nombre no pueda pronunciarse.

La violencia que Iván ejerce brutalmente sobre su hermano pequeño, recuerdo de la que continúa manteniendo su padre sobre ellos y de la que terminó dejándolo sordo de un oído a él -gracias a las bofetadas de su santa madre-, está totalmente normalizada, por ello en la familia. Por lo que Tadeo sabe que no tiene a quién acudir. Solo le queda ya encontrar un miedo mayor, que haga sombra a estos que ha sentido. Él nunca será como ellos. Porque es diferente.

Vera y su especial familia lograrán que el niño inseguro se vaya soltando. Que no tema a no hacer pie. Y pierda, y descubra, y acepte. La vida puede guardar momentos de tiniebla, pero es nuestra la responsabilidad de a dónde queramos que nos conduzca nuestra luz.
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