Facendera

¿Alguna vez te ha pasado de estar en un lugar lleno de gente, que te empiecen a contar una historia y evadirte de todo, trasladándote exactamente a donde sucedieron los hechos que te narran? Pues ese es exactamente el punto de partida de ‘Facendera': en una fiesta, dos jóvenes se conocen y empiezan a hablar. Él, narrador sin nombre, contará a Aguedita una serie de historias sucedidas en su pueblo, creando una suerte de encanto que despertará su curiosidad (y la tuya).
 
Así, el relato se concentra en un pueblo de León, también sin nombre (¡podría ser tantos!) que, tras el cierre de varias fábricas y minas, se queda sin industria. El pueblo agoniza, las casas se vacían y, mientras, sus gentes buscan modos de seguir adelante. Los más mayores ven la vida pasar como quien mira un tren que pasa por delante sin parar en su estación, sin darles oportunidad de subirse; los jóvenes se ahogan en la escasez de oportunidades.
 
La narración, que tiene mucho de oral (con guiños constantes al astur-leonés), siguiendo el planteamiento de “una historia que se cuenta en una fiesta”, seguirá a diferentes personajes cuyas vidas se van conectando para formar un entramado conjunto centrado en una juventud que no ve la salida.
 
No me gusta utilizar ciertas expresiones por lo que tienen de excluyente, pero es cierto que en este caso es difícil no sentir ‘Facendera' como una novela generacional (que, a mí, personalmente, me encantan). No quiero decir que solo sea disfrutable por la juventud, ni mucho menos, pero si que la novela se centra mucho en unos miedos, aspiraciones, frustraciones y estilo de vida muy concretos.
 
Tengo que destacar mi aspecto favorito del libro: el juego que surge cuando contamos una historia, como la adornamos, modificamos y cambiamos detalles a nuestro antojo para manejar a nuestra audiencia. Como rellenamos huecos con lo que se nos ocurre cuando tenemos lagunas. Como, a veces, nos incluimos a nosotros mismos en anécdotas que solo conocemos de oídas. Y como eso, que empieza como un juego, a veces, tiene repercusiones inesperadas en nuestra vida.
 
Un genial análisis de lo diferente que es cómo vivimos y cómo lo contamos.
 
Un libro cortito para leer de dos sentadas, lleno de reflexiones sobre la salud mental y las mentiras que nos contamos a nosotros mismos y al resto. Una historia triste, a mis ojos, bien planteada y bien cerrada. Con un estilo fresco, dinámico y atrevido (por aquello de escribir como se habla y no como es correcto). Sin ser una historia que será memorable en mi vida (pocas lo son), me ha resultado una agradable sorpresa y lo he disfrutado mucho.